miércoles, 5 de marzo de 2014

De socorros y alertas



- ¿Pedir ayuda puede transformarse en una culpa que nos doblega? .
- No, no podemos sucumbir ante esta trampa, es la autosuficiencia, el orgullo mal entendido el que habla cuando te escucho decir: - Me siento muy mal, culpable por haber llamado al timbre y haber pedido ayuda, yo que nunca pedí ayuda en los años que llevo y ahora Paula está con dos puntos en la ceja, …- 

Pedir ayuda es lo único que nos salva de caer en el agujero negro sin posibilidad de salir a flote, pedir, pedir, gritar socorro, aunque no hablemos el mismo lenguaje, aunque la voz se la lleve el viento y la ahogue el hormigón de la institución. Cada día los agujeros que nos minan son más grandes si miramos a otro lado, cada día es más inestable el equilibrio que podemos mantener, cada día es un día más, o menos.

Más cansancio, más asco, más vulnerabilidad, más agresiones, más pánico, más pérdidas, más frío, más aislamientos, más oscuridad, más tensión, más cicatrices, y menos paciencia, menos esperanzas, menos fuerzas, menos alegrías, menos humanidad, menos compañerismo, menor sostén,  y un abismo profundo que nos condena a flotar, como islas entre mares de vómitos, arcadas, heridas lacerantes, sangre que corre por las baldosas, entre sudores fríos, y miradas gélidas, que no se detienen que, sobrevuelan a toda velocidad hacia otros horizontes, donde estar a salvo de esta realidad atrapada en una nómina.

Pidamos ayuda, toquemos timbre, gritemos, defendámonos, esquivemos, tratemos de evitar la llegada inminente de las carencias de una medicación sumada a  las consecuencias de una planificación poco eficaz,… y tratemos de habitar al menos dos o tres por isla, para no dejarnos caer en la deriva del absurdo, en el caos del autoritarismo que reina en los desórdenes emocionales. 


No hagas oídos sordos, mañana puedes ser tú, puedo ser yo el blanco de una agresión. 

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