CON LA
LLEGADA DEL BUS…
- ¡¡¡El príncipe del Castillo!!! – María y yo abrimos
los brazos de este a oeste, las sonrisas amplias le dan la bienvenida. Eloy
sonríe, me mira y viene a mis brazos, a veces corriendo, a veces deja la
chaqueta y viene a darme un beso y a que le de el suyo, luego se acerca a su
maestra y le da su beso, ella lo recibe con todo el cariño y se abrazan, se
besan.
Hay en esa
mirada de Eloy una luz que alimenta a la niña que fuimos, y puedo estar al otro
extremo de la habitación que él me busca con la mirada y viene a mi ignorando
por unos segundos, a todo y a todos cuanto hay alrededor. Esa sonrisa y esa
mirada tan cómplice y redonda brota cada día entre él y yo, y la magia se
alimenta, el espíritu creativo respira profundo, se expande cuando va en busca
de los brazos de María.
Hay tanta
generosidad en este acto diario en el que nos damos la bienvenida, hay tanta
calidez y respeto, que sólo tengo palabras de gratitud y reconocimiento ante
este amor generoso, cómplice que teje redes firmes entre nosotras dos y
nuestros niños.
- Fichas, no, fichas no!!!. ¡No, nooo.!
- ¿No quieres hacer una ficha aquí?
- Ebo I E, e de elefante, Mukica.
- Mira una ficha de círculos.
- Kanchinsky,
Encarna teatro, teatro. ¡¡Teatro!!!.
Encarna, Eeeenncarrnaaaa–.
Canta mi nombre cruzando el pasillo llamándome como si fuera un club deportivo,
y llega a mi clase para preguntarme por Iván, por Cristián, por Juan, por mi
coche, para pedir la música de Mariam Hassan con la que bailamos los dos, un
paso hacia atrás, otro hacia delante y en el centro nos encontramos para darnos
un beso, uno tú, otro yo, y se ríe, se ríe suave, con una ternura
infinita.
Va a buscar
a María, al resto de sus compañeros y trae su pincho de tortilla, me ofrece un
bocado de esa tortilla jugosa, con cebolla.
El coro canta su repertorio, entre habaneras,
se recuesta en mi regazo y se queda relajado, casi dormido, mientras el
concierto avanza, y él con la boca entreabierta, los ojos semicerrados, respira
cada vez más sereno. Respiramos despacio, tranquilos, aislándonos de las miradas
inquisitivas, voraces, envidiosas, que se fijan en nosotros de forma burlona y
nos miramos en el espejo de la mirada dulce de María.
- ¿Vamos a
pedir una canción Eloy ?
– Si, vamos … Te acercas y le dices al señor: por
favor, quiero que toquen...
Va decidido,
le acompaño…
- ¡Qué rico!- exclaman, ante sus palabras: - María,
María,….-
Y tras la primera canción anuncian la petición del
profesorado y del alumnado tocarán a continuación: “ María la portuguesa”. Eloy me mira, se ríe, y mira desde mi regazo
a María, nos sonreímos los tres cómplices, ante el desconcierto ajeno.
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