jueves, 6 de marzo de 2014

AUSENCIAS

AUSENCIAS 

A la entrada no estabas con tu sonrisa apurando los últimos sorbos del café y las últimas caladas, así que me fui hasta la puerta del autobús. Carlitos se lanzaban desde arriba con los brazos abiertos y preguntando por ti, él me ayudo a llevar al interior a todos nuestros niños, sólo Montse me ofreció su ayuda para llevar a los cinco dentro. No veía tu coche y los subimos a clase, como siempre, unos pendientes de los otros, andando y desandando el trayecto como cada mañana. Eso sí, faltaban tus cálidos buenos días, y ellos preguntaban extrañados: -“ ¿María, Maria?” –
Más tarde vimos tu mensaje en el móvil, estabas en el médico. Subiste a vernos y decirnos que tenías una semana de baja.
Se alejaban de ti como si fueras a contagiarles por tenerte a menos de un palmo, y ante tanto temor yo te di un beso en la mejilla. 
Nos esperaba una semana complicada, sin ti no podría Eloy venir a saludar, le dejarían encerrado en su aula, con las fichas, fichas que él odio siempre.
Alguno se despistó en los traslados y acabó en mi clase, esperándote, esperándome,… hicimos malabarismos para poder encontrar momentos en los que poder encontrarme con Eloy, con Carlos,… Gracias a Victoria que venía a sustituirte y dejaba la tiranía de los fichas y como los niños, le decía a la maestra:- Nos vamos a la clase de Encarna.-  Los traía nos abrazábamos y poníamos la canción de Luis Llach, la Roda, seguíamos pintando círculos, viendo las imágenes en que ellos eran protagonistas, compartiendo ese pincho de tortilla, las galletas,…preguntaban por ti, querían saber porqué no estabas, y les dije que estabas con el ojo malito. Carlos quiso  pintarte un ojito para que los tuyos se curasen pronto, y palmeras que ellos me pidieron que te dibujara para ti. Así nació esa productora nuestra, Ryad, el jardín,… así firmamos nuestros montajes audiovisuales porque nosotras y ellos somos el jardín. 
Esos días te escribía mensajes cada tarde, contándote  cómo había ido el día, cómo habían ido desgranando otras comentarios maliciosos que, hablaban de una forma de entender la educación como un proyecto tan técnico, en el que no tienen espacio la elaboración de las emociones. Esa semana fui consciente de la fuerza del vínculo que se había forjado entre nosotras y tu ausencia era una carga difícil de sobrellevar, pero la cuenta atrás estaba en marcha y volverías el lunes, de nuevo a la brecha.
En ese tiempo me di cuenta que las islas que habitábamos se habían transformado en una, gracias al puente que Eloy trazó entre nuestras dos, él creo la unión, él y tu respeto hacia su necesidad de saludarme cada mañana, de venir a enseñarme lo que iba haciendo, y éramos una sola isla, una tribu que dependía de las dos, nuestra autoridad era reconocida por todos ellos, míos, tuyos, nuestros.  Por mucho que quisieran atacarnos no tenían elementos para poder herirnos, la transparencia con que actuamos, con que compartimos nos elevaba por encima de los campos minados que debíamos de cruzar cada día. 
El fruto de nuestro trabajo en común salía al pasillo de tu mano, me animabas a sacar, a mostrar, tú y nuestras dos compañeras de pasillo, y así iba pensando en responderte a tu eterna pregunta: ¿Qué hacemos después? Y tus manos gustosas, bien dispuestas y sabias, trazaban los caracteres de esas palabras que brotaban de mi interior, mientras ellos alrededor escupían, lanzaban piezas de puzzles, se golpeaban, les caía la baba, pedían ir al baño, mascaban papel que les obligábamos a escupir, lanzaban por la ventana lápices, pintarrajeaban la hoja de papel, la mesa, al compañero, incluso a veces a nosotras también.
Luego las familias emocionadas veían esos frutos que sus hijos habían realizado con nuestra ayuda y orgullosa reconocías mi labor y la de todas las que, en el pasillo de esta república independiente, tratamos de sobrevivir ante el absurdo de una hostilidad ajena y contradictoria. 
Formamos el paraguas bajo el que nos protegíamos todas unas a otras, sin fisuras, sin dobleces sin mentiras, sin malos entendidos.

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