jueves, 6 de marzo de 2014

ÚLTIMO DÏA

ÚLTIMO DIA


Llega el final, y miras hacia atrás, un año duro, en el que hemos sobrevivido, con ayuda del teatrillo, de esa flor de la esperanza que representamos varias veces, y que ellos nos devolvieron repitiendo fragmentos de ella en las esquinas de su tiempo, de forma inesperada despertando nuestra ilusión, recordándonos que algo les llega, muchas veces más de lo que creemos, más de lo que alcanzamos a evaluar.
Llegamos a ese último día en el que no siento necesidad de mirar atrás, y salgo hablando con un compañero, dejo atrás este lugar y me llevo momentos tan intensos, miradas que son rutas por las que encontrarse, para saber quiénes somos y qué vinimos a hacer aquí. 
Recordaré la mirada de María en esos momentos en que la desesperación te envuelve y emerge el lado más visceral y tras verte en un gesto que te resulta ajeno, necesitas volver a mirar esa parte tuya que es el contrapunto, en la que te reconoces y necesitas verte en  los ojos de la compañera. María es el espejo que me devuelve la confianza, la serenidad, la entereza, el perdón, que me lleva a sentir que esa parte mía es mía, pero también hay otra parte sabia que puede contener el miedo en estado puro, las reacciones animales y sustituirlas por otras más humanizadas. Una mirada entre nosotras para acusarnos, juzgarnos y perdonarnos, para autocontrolarnos, para volver a tensar la red que nos sostiene, una al lado de la otra, haciendo las piruetas más peligrosas, pero sintiéndonos cada día capaces de generar espacios de comunicación, de encuentro, de creación conjunta, colectiva.
Tejemos esa red día a día, lágrima a lágrima, risa a risa, café a café, escuchándonos, pintando, cocinando, llevándolos a todos de un lugar a otro despacito, preguntándonos ¿Qué es lo siguiente que vamos a hacer?,…
Momentos de confusión que se han resuelto con una mirada, compartiendo desde la autenticidad, desde la desnudez elegante, natural con que nos mostramos y ellos nos reconocen, nos hablan.
–“ No te enfades, yo os quiero mucho a María y a ti, a las dos, ¿vamos a tú clase?.  Te quiero…”- Y le preguntamos porqué, para qué nos quieres, pero no le negamos la caricia, el beso, porque tiene un abismo tan grande en su interior, tiene tantas carencias tantos celos, que precisa elaborarlos, dejar que emerjan de una forma que no provoquen más rechazo y así vamos esquivando pellizcos, y te quieros, te quieros, te quiero, que llega a ser monótono, pero que habla de carencias.
Carlos dibuja por primera vez castillos, y personas, él ha entendido que necesitamos una fortaleza que nos salvaguarde, ha plasmado ese castillo dentro del cual hay ventanas, y estamos nosotras y ellos en el Ryad, en el jardín.
Somos el jardín, somos el agua de la fuente, la flor del jazmín trepando sobre los muros, expandiendo su aroma a lugares lejanos,… Son la tierra con la que moldeamos cuadros, obras de arte, en el mercado de la vida.  No hay jerarquías, no hay más poder que el poder de la alquimia, que transforma la acidez de las lágrimas, en emociones que nos llevan a abrazarnos, a reír, a seguir creando frente a los cataclismos que nos tratan de sacudir, de separar.
Pero seguimos reorganizándonos, reinventándonos cada día, porque el poder de los vínculos amorosos, que nacen de un amor que respeta, sustenta y crea, pueden superar las pruebas de la distancia y el paso del tiempo. 
La red está terminada, la red que nos sostiene, que nos alimenta está en el océano, y nos proporcionará sueños convertidos en realidades, fuerzas para seguir luchando por nuestros deseos, y tesoros que iremos descubriendo y compartiendo. Esta red tiene unos hilos flexibles, invisibles, elásticos, que nos permiten capturar aquello que deseamos sin quedarnos con lastres inútiles, y ajenos. Sólo tenemos que contemplar lo que deseamos con claridad, mirarlo hasta el fondo, no dejarnos engañar por reflejos, por ecos, por cantos de xanas, ni sirenas, debemos seguir buscando la caracola, y seguir viajando moviéndonos hacia arriba en esta espiral, y aunque vaya un paso por delante, María no debes olvidar que mi mano está tendida y abierta esperándote, acompañándote, compartiendo la luz que nos ilumina el siguiente paso.


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