miércoles, 5 de marzo de 2014

SER MÁS ALTA NO SIRVE

SER MÁS ALTA NO SIRVE.

El brazo se extiende y los dedos agarran con firmeza, sin despertar sobresaltos, silenciando gemidos, aullidos, gritos de dolor que corren por las venas, las arterias y levantan color en las mejillas, al compás de una mano que se aferra a su muñeca, pero no suelta, no abre los dedos. Mientras desde unos centímetros más allá de la barandilla, las demás, nos percatamos del peligro, acudimos y le abrimos los dedos, alerta buscamos el otro brazo desde su espalda, suavemente invocando el ritmo de las nanas establecemos distancia, dejamos que recupere espacio vital y desde unos metros el relevo ve los cabellos como escarpias, aullando un desgarro que silencia el orgullo, la soberbia, o tal vez el miedo a mostrarse una vez más derrotada, vencida y apaleada. 
Algunas ponemos voz: - ¿Te duele? – La negación es la respuesta innata: -No.-
Pero el cuerpo manifiesta la intensidad de la caricia negativa, el pelo sigue enervado, no es capaz de llevarse ni siquiera la mano a la cabeza, no soporta ni un leve roce, sólo el viento frío que se cuela por entre los barrotes surca el cuero cabelludo.
Después en la intimidad llegarán las aspirinas, los antidepresivos y un viernes más salimos corriendo, tratando de no caer en el delirio.


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