miércoles, 5 de marzo de 2014

EN LAS ACERAS y A la entrada

EN LAS ACERAS

Llegaba a casa tras una mañana que no parecía tener fin, una  mañana completa con ellos, una mañana sudando, corriendo tras Iván rampa abajo, escuchando respuestas absurdas ante aquella palabra pertinaz que lanzaba, sabiendo que poseía el poder de herir, sin saber las acepciones que podía tener ese: - ¡¡puta!!.  Aún ese sonido martilleaba mis oídos, y mi respuesta: - “fruta, fruta, hoy no es el día de la fruta”. 
El dolor de cabeza iba aumentando, las ganas de ducharme, de frotar con jabón las manos,  el deseo de beber agua fría,  iba arrastrándolos,  subiendo mi calle, cerca de casa cuando al alzar la mirada los ojos de una amiga me ven, me saludan y llego a casa con el eco de sus palabras:  - No podemos dejarnos sucumbir.

A LA ENTRADA

Llego cada día justo al caer las 9:30 y en la verja siempre esa mirada inquisitiva, ese humo que trata de disfrazar la revisión de abajo a arriba,… cruzo la reja oxidada y parece que el lector de códigos no está activado, no salta ante mi desasosiego, ante las dudas que me asaltan y un día más comienza, o un día menos, según se cuente.
La selva está viva, las plantas carnívoras parecen regenerarse con una violencia obscena y camino entre ellas, tratando de sortearlas, lanzándoles los jirones de la ropa que queda para saciarlas, antes de que me atrapen la piel.  Me siento desnuda, invisible, sola, y de repente en todo el centro resuena el altavoz:
- Ponte en contacto conmigo. – y me siento liberada por no ser objeto de esos reclamos, en los que no existe un por favor, ni un gracias.  Recuerdo como antaño el silencio se quebraba con la voz masculina del conserje reclamando por favor cuidadores. Miro la foto de Mario Benedetti antes de salir y descubro en el rojo con que pintarrajearon sus mostachos, la sombra de la herida mortal.
Siento deseos de agarrar el altavoz y recitar los versos de Benedetti al aire, para que se escuchen unos cuantos metros más allá, para que se los lleven las olas del océano a otro orilla, y aprovecho a la salida de este lunes para darme ese capricho, para darle vida a Don Mario, a través de sus versos. Es mi pequeño homenaje en este primer lunes sin Don Mario.

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