lunes, 10 de septiembre de 2012

356 dias de cuentos

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LEVANTAR LOS BRAZOS
Esmeralda Vizcaíno
La selva iba ganando terreno y de la aldea apenas quedaban unas cuantas chozas, con el tejado resquebrajado. El silencio invadía aquel lugar, un silencio inquietante, preludio de tormentas. Entró en lo que quedaba de la casa de aquella muchacha con la que quería formar su familia. Se tumbó en el suelo tras extender unas ramas y cerró los ojos, con la imagen nítida de aquella mirada dulce y su sonrisa resplandeciente, mientras lavaba en el río la ropa con su madre y sus amigas. De repente aquella imagen candorosa se desvaneció ante las órdenes de los soldados, los fusiles se vaciaron, el llanto de las huérfanas cobraba fuerza, junto con  los gritos angustiados y rotos por la fuerza bruta con que violaban a las niñas una y otra vez. Se despertó sobresaltado y sintió la necesidad de regresar al campamento de refugiados.
Una vez allí, tuvo que decirles a las mujeres que no quedaba una sola casa habitable. Sabía que el oro lo sacaban en botes y no volvería la riqueza al Congo.  Los brazos le pesaban. La comida era insuficiente, y cada día llegaban más mujeres embarazadas. Estaba envuelto en estos pensamientos cuando le llamaron, Ken estaba a punto de dar a luz. Corrió y al ver a aquella mujer con su bebé en los brazos sintió que aún tenía mucho por hacer, tenían que reconstruir la aldea, formar su familia junto a Ken que como tantas otras, estaban alumbrando a una nueva generación. Tenía que enseñarles a amasar el pan, a arreglar la máquina de coser para que pudieran tener ropa aquellas mujeres y sus hijos,…
Y se dijo a sí mismo: si mi niña es ya una mujer, que a pesar de ser violada ve en su bebé el futuro de nuestro país, si ella tiene razones para levantar los brazos y amamantar a su hijo, ¿no voy a tenerlas yo para acompañarla y compartir esa labor?.


EL drama de la grapadora


Había llegado el fin de trimestre, y era el momento de organizar todos los ejercicios realizados, y qué mejor que el alumno pudiera organizarlos él mismo.
Sacó de la carpeta las hojas arrugados,  dobladas y le dije apoyándome en gestos:
-         Allí, sobre la mesa grande, vamos a separar,… Mira, unidad 6, …coloca aquí los que tienen unidad 6, aquí los de la 4, aquí la 3,…
Y fue colocando en montones las hojas, algunas conservaban las huellas de su ira,  impresa en tachones que perforaban la hoja, en roturas remendadas con celo, así como en pliegues que hacían de aquella mesa un océano con profundas simas de rabia,  desesperación, frustración, silencios, llantos… Cuando acabó de colocar le dije que fuera a su clase a pedir la grapadora. Su mirada se clavó en el suelo, y negó con la cabeza.  Ante mi insistencia  dijo: - no puedo- en un tono quejoso.
- Vete a tu clase, llamas y dices: por favor, déjame la grapadora.
- Nuuuu, aaaaaa,…- dijo en tono de burla
- Por favor, déjame la gra, pa, do, ra, grapadora.- repetí con serenidad.
- No puedo, no puedo, no puedo, no puedo,…- decía mientras lloraba
- Sí puedes, por favor déjame, repite conmigo. – afirmé con un tono firme y bajo.
- No puedo, no puedo, no. – negó con un tono rabioso mientras se cruzaba de brazos miraba al suelo .
Le dije que se levantase y en pie con los brazos cruzados negaba con la cabeza.
-         Por favor, ven.- Y salimos al pasillo, ante la puerta de su clase le dije:
-         Llama y le dices a tu maestra por favor, déjame la grapadora.
Llamó dijo con su tono extranjero: - ¿Se puede? – Entró en su clase y la maestra le pregunto qué quería y se dio media vuelta saliendo al pasillo. Anudó sus brazos a su estómago, encogió sus hombros y siguió cerrándose con avidez hasta que se tiró al suelo, ovillándose, apoyado en la pared, al lado de  la puerta. Le pedí que me mirase, pero no lo hizo. Le levanté buscando sus ojos, inútilmente y le dije:
-         Sí puedes.  - En ese momento apareció otro alumno mayor que él y le miró de reojo levantándose inmediatamente, le pedí que le dijera cómo pedir la grapadora y se acercó a él increpándole:
-         Venga hombre, si eres ya muy mayor, y eso ya sabes,  dices por favor, préstame la grapadora. Vamos, voy contigo tío, pero si llevas ya en España muchos meses.
Su compañero entró con él y pidió la grapadora, ante la pregunta de la maestra: - ¿qué te pasa por qué entraste y saliste? no obtuvo respuesta alguna.  Con la grapadora en mano entró y tiró al suelo las hojas organizadas con saña. Me miró y le dije: - Ya sabes lo que toca, tiras, pues recoges y ordenas de nuevo para grapar tus trabajos.-  Al acabar me miró y me preguntó: - ¿Puedo llevar la…? – levantando la grapadora. Le dije que fuera y diese las gracias. Al regresar le dije: - Menudo drama has armado por una grapadora no?.
        Grapaora, - dijo mirándome, con un tono de duda.
        Gra, pa , dor, ra, grapadora, grapadora.
        Grapa, grapadora.
        Esta palabra seguro que no se te olvida ya.



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