Sus días se poblaron con los versos de Benedetti en la cinta del contestador, mientras sus noches se inundaron con oscuridades, ramas ásperas, verdes y esperas.
Pero de pronto, un día cualquiera las estrellas ardieron como fósforos, las olas se la llevaron y al doblar una esquina se topó con el co-protagonista de su vida. Y ya nunca más se escuchó entre los mensajes antiguos de su contestador la voz profunda y serena de Benedetti trazando tácticas y estrategias. Ahora Mario la mira, la escucha, la quiere y por fin, se necesitan.
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