- No me vengas con historias. Yo sé lo que vi, y eso era un beso.- Dijo con enfado el macho de la especie.
- Estoy harta de tus celos. No sé cómo tengo que decirte que casi me ahoga. ¡Fue una agresión!.- Exclamó la hembra con indignación.
- Un beso de tornillo que te dejó alucinada. ¿Acaso crees que estoy loco, que no sé distinguir?.-
- Mira casi me mata esa bestia y tú me vienes con tonterías. Deberías buscar la forma de evitar que esos especímenes vengan aquí, creyéndose los dueños de todo y acabar con este acoso constante.
- No voy a ponerme en evidencia otra vez. ¿Recuerdas la última vez el cachondeo cuando expusiste tu tesis sobre la afluencia de muchachos en busca del rescate de mujeres dormidas?. Todo te viene por tu época en la charca de aquel jardín botánico. Esto se va a acabar.- Se fue y la dejó narrando los sucesos a un miembro de la seguridad nacional.
- Se aproximó despacio, con mucho sigilo. La humedad trepaba por las hojas transformando la superficie en una tela pesada, con destellos fosforescentes. Sus labios agrietados se entreabrieron y su lengua los humedeció con la punta suavemente. Cerró la boca unos segundos para volver a abrirla y atrapar mi labio inferior. Sus párpados se cerraron mientras clavaba su lengua en mi garganta. Se tiró hacia atrás con un movimiento rápido, audaz y sus ojos se abrieron buscando a alguien por encima de las aguas de la charca. Mi piel comenzó a adoptar un tono cianótico cuando de las aguas del lago emergió mi amigo Osvaldo. Este tras devolverme mi coloración natural con uno de sus profundos suspiros se dirigió a la muchacha y le dijo.- Lidia, ¿Te vienes al fondo conmigo?.
La muchacha desconcertada miró hacia abajo y al ver el ataque de celos de mi pretendiente se quedó paralizada escuchando a mi amor anfibio recriminarme ese beso robado. Lidia se restregó la boca con la manga de su camisa inundada por el asco, Osvaldo asomó de nuevo su cabeza y le preguntó con un tono irónico:- ¿Esperabas la transformación de Cleo en príncipe?.
- Habrá que tomar declaración a Osvaldo. Aunque este caso se integrará en el expediente de alucinaciones colectivas. Y ese expediente va a tardar en resolverse al menos tres generaciones más.- Afirmó con rotundidad.
- Proceda con su trabajo. Para mí es muy violento verme agredida por monstruos cien veces más grande que yo y para colmo los problemas que me trae con mi pareja.
- Debería insistir en que su pareja visite al pulpo, ya que el problema de tamaño es evidente.
- Ya fuimos los dos y se negó a aceptar el diagnóstico que le dio y su tratamiento. Estoy cansada de su inseguridad, no quiere hacer nada para remediarlo y todo lo resuelve con decirme que la culpa es mía.
-¿ No ha intentado dejarle solo una temporada?.
- Sí, ya lo hice y ahora tiene otra cosa que recriminarme. Encima ha dejado de apoyarme en mis estudios y no pierde la más mínima oportunidad de dejarme como una loca que cree en los cuentos de hadas.
- ¿Es usted Cleo Van der Bich.?- Preguntó en un tono emocionado e incrédulo.
- Sí, soy yo.
- No puedo creerlo. He leído todos sus estudios y comparto sus teorías. Una vez cada luna, se registran ataques como el que ha sufrido a usted y yo mantengo la teoría de correlacionar las agresiones con sus estudios.
- Podríamos trabajar conjuntamente, sería un estudio de caso que demostraría mis hipótesis y así nos tomarían más en serio a las dos.
- Me parece que podremos entablar una fructífera colaboración. Esos seres humanos son tan extravagantes que bien merecen ser estudiados.
- Máximo cuando a dentelladas tratan de transformarnos en el príncipe azul que añoran en su soledad virginal.
Publicado en: Etcétera, Nª38, Abril 2002, año X
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