HUELLAS:
MARRUECOS Y LA SÁHARA.
Dedicado a los integrantes del CLUB DE LA LUNA
LLENA: Patricia Fabiana Fernández, Alejandra Rey, Encarna González, Luis Goñi,
Luis Salazar, Carles Rius, Aranra e Irune Elosegi. Y simpatizantes del club:
María Jimenez Nieto y familia.
"Ahora sé que irse no es
ninguna huida, sino más bien lo contrario. Huir, huye quien emigra, quien parte
hacia el exilio, quien escapa de donde vive por miedo, quien se marcha de casa
con la voluntad de no regresar nunca... y yo no huyo ni quiero huir de ninguna
parte, sencillamente me voy de viaje para sentir vivo el tiempo -todos los
tiempos-, para sentirme vivo en el tiempo; no para perder de vista lo que tengo
cerca, no para dejar atrás y en el olvido quién soy, sino para tener cerca
aquello que me queda lejos, sabiéndome alguien que se hace más él mismo
mientras va de viaje, porque el viaje le permite dejarse seducir ánimo y ánima
por cuanto le rodea, le permite el gozo permanente de cada instante, incluso de
los sueños.
Viajar hacia la luz, hacia
el sur, hacia los demás, con el cuerpo y el alma libres, hacia el desierto. Y
escribir - escribir como viajar, es una sabia manera de conocerse a sí mismo
reconociéndose en los otros -, la propia experiencia del viaje. Así, el viaje
se transforma plenamente en lo que es una metáfora de la vida una búsqueda, una
forma de conocimiento, una visión, un libro, donde todo es posible, efímero y
eterno, personal y transferible."
Josep
Piera (1998): SEDUCCIONES DE MARRAQUECH. Edi. Península
PRIMER
DÍA: OVIEDO * ALGECIRAS
Emprender viaje siempre despierta mariposas en mi imaginación, me abre los
ojos, los oídos, el olfato y mi piel se sensibiliza. Pero este viaje no es como
los anteriores, no. Es la primera vez que viajo en busca de un reencuentro con
un país en el que ya he estado. Mi memoria recuerda una oleada de bigotes y
chilabas de todos los colores, la intensidad de las miradas de la población, el
olor de las especias, la humedad de la lluvia pertinaz que me caló hasta los
huesos y una voz profunda que nace del estómago llamando a la oración.
Esta vez viajo con la
intención de no desprenderme de la risa y cuento para ello con que mi amiga,
Ale, lleva a flor de piel las semillas de la alegría.
Lo imprevisto se torna aventura y las carcajadas siempre son una buena compañía
ante las escaleras mecánicas del metro estropeadas, la valija que se rompe,
la vaca de argentina cerrada y la inexistencia de una cafetería en ochenta
cuadras, así como la intromisión de una cadena de televisión que nos filma
mientras nos tomamos un helado y nos sugiere que digamos: "En otoño
comemos helados" pero se niegan a acercarnos al número ocho, donde tenemos
que encontrarnos con el resto de nuestros compañeros de viaje.
La afinidad de procedencias y la proximidad de asientos configura pequeños
grupos que se consolidan mientras los kilómetros aumentan vertiginosamente y
con los primeros rayos de sol nos despedimos de la península. Ya somos dos
viajeras y una turista unidas por una cámara de fotos...
- Sácame entera y sin mucho piso. Espera que me
arregle el pelo... Ya.
Lunes 28 de septiembre
1998 * * * 4 Joumada II de 1419
SEGUNDO
DÍA: ALGECIRAS* CEUTA * CHAUEN
Algeciras desde la cubierta
del barco tras una hora se difumina en la bruma de un día gris. El sol africano
nos da la bienvenida. Por fin en otro continente. Africa. Ya desde la frontera
la mirada es otra. Aguardamos expectantes el sello en los pasaportes mientras
una banda de gatos callejeros cruza de un lado a otro de la línea con total
impunidad, recibiendo de unas mujeres musulmanas agua y del guardia de la
frontera restos de pescado. La hilera de peatones se extiende más allá de
donde llegamos a ser capaces de verla desde el autobús. No podemos descender y
ante nuestros ojos hileras de coches estacionados son revisados. Atrás se quedó
la arena de la costa limpia, los últimos retazos de costa que pudimos ver antes
de que la carretera se adentrara entre dos colinas que se asemejaban más a un
estercolero, en el que es posible comprar una tortuga, una ardilla o una pitón.
Seguimos parados, podemos pasar en cuestión de minutos o de horas. Los demás,
inquietos, miran buscando al guía y se sorprenden al ver a los
"moros" con sus prominentes bultos que lanzan desde el territorio
español al marroquí, ante la mirada escurridiza de los guardias que cambian su
ubicación unos dos metros más cerca o deciden estirar las piernas ante el salto
sobre el muro de cinco marroquíes. Una ya no sabe dónde hay mayor alboroto, si
en el exterior del autobus o dentro donde las cámaras en posición de PLAY y con
sus potentes objetivos filman una escena que no están en disposición de
entender. ¿Buscarán algún día la información de la que carecen para llegar a
comprender?.
Mezquitas saludan a nuestro paso hasta llegar entre laderas de canabis a
Chauen. Una invitación a la Cueva de Ali Baba en pleno zoco donde las especias
hipnotizan tu nariz y los colores verdes intensos de la genna, el ocre de la
canela, el granate del pimentón te inducen a buscar los platos de cerámica
donde se mostraban las especias en los catálogos, pero el oro rojo llegas a vislumbrarlo
tras el cristal embadurnado de aceite y son recipientes de plástico, o
palanganas de acero las que acogen a ese paraíso aromático, al lado del cual
los caftanes cuelgan de múltiples perchas hasta alcanzar la primera planta de
la casa. Los zapatos nuevos expuestos por pares sobre una pequeña repisa, los
viejos sobre una mesa formando dos montañas. "Sólo mirar, casi
gratis."
Han proliferado los afeitados, sobre todo en los jóvenes. Se ha hecho tarde y
hay que regresar al hotel. Una mujer llama a un niño y éste con apenas seis
años nos guía entre el claroscuro de las callejuelas hasta los taxis. Durante
el camino nos paramos a comprar algunas postales y el muchacho sin
impacientarse lo más mínimo, aguarda tarareando una hermosa melodía. Proseguimos
el camino y al llegar a la parada de taxis aprovechando la negociación con el
taxista del precio, nos solicita dirhans a cada una de nosotras. Al contemplar
cinco duros se maravilla y los guarda mientras solicita más dirham. Iniciamos
el trayecto en un gran taxi -un mercedes- y el taxista nos pregunta si nos
lleva por la ruta larga o la corta en una mezcla de castellano, italiano y
francés. Nos explica que algunos extranjeros les temen sin haber hablado con
ellos. Al llegar nos desea suerte y un buen viaje. Estamos en Marruecos.
Es tan distinta la luz, la densidad de la atmósfera en este territorio que casi
te sientes flotar como un colibrí. Los cauces de una memoria antigua, casi
olvidada han encontrado una abertura por la que fluir y expresarse en este
continente: casas de una planta, encaladas y azules, donde el mundo femenino y
el masculino se dividen claramente: los cafés con los hombres tomando un té y
charlando con sus amigos mientras se fuman una pipa, frente a las mujeres que pasean
en pequeños grupos. Conviven las mujeres con sus cabellos al viento y los
pañuelos cubriendo la cabellera mientras cada día son menos aquellas que
habitan tras el velo.
Un bosque de parabólicas
conviven con los tendales en los tejados. ¿Cuál será el precio que tendrán que
pagar por mirar por esa ventana virtual de concursos, publicidad donde el sexo,
el poder, y los valores materialistas forman el espejo convexo que refleja ese
mundo occidental, con el que sueñan desheredados con los estómagos vacíos?.
Martes a 29 de
septiembre de 1998 * * * 5 de Joumada II de 1419
TERCER DÍA:
CHAUEN * FEZ
Con la tercera llamada a la oración llegamos a Fez, la capital religiosa. La
primera genna en las manos de la camarera en un restaurante que se asemeja con
su fuente en el centro, sus columnas revestidas de azulejos de colores y sus
sofás a un palacio. Tras la comida salimos por una puerta que no difiere de
otras. La medina guarda sus secretos, su grandeza de los ojos del teleobjetivo
del turista intruso. Y sin conocer la escritura árabe es imposible distinguir
un restaurante de una casa particular o de un haman - el baño turco-.
Los ojos del guía local son los que nos permiten mirar el lugar y gracias a ellos
descubrimos la sala desde donde se alimenta el corazón del haman, entre virutas
de madera que traen los artesanos. Los pollos en sus jaulas entonan su último
grito antes de que el filo del cuchillo de un tajo les arrebate la vida. Tras
ser desplumados al otro lado del mostrador con ayuda de agua caliente sus
cuerpos son colgados de unos ganchos. La visión de la carne y el pescado a la
intemperie, a merced de las moscas les cierra el estómago a algunos. Las
arcadas han sido superiores a ellos y la intensidad de los olores de la carne,
que cuelga en una tienda y otra y otra hasta que la callejuela se repliega
sobre sí misma para dar paso a otro zoco, les han privado de saborear el tahin,
con sus aceitunas, la cebolla, la albaca, la pechuga de pollo.
En el barrio de los
curtidores desde una terraza convertida en tienda vemos como retuercen la lana
roja, azul, con la ayuda de un trozo de madera y sus brazos nervudos. La tienda
de hechizos y embrujos pasaría desapercibida entre otras donde se venden
especias, plantas, medicamentos. Gracias a su indicación reparamos en las púas
del cuerpoespín, los frascos con venenos,... Paseamos por estos barrios con sus
fuentes y sus callejuelas donde se escucha: _"bala, bala, bala"- e
inmediatamente aparece un burro o un asno cargado con ladrillos, alforjas con
grano, muebles desmontados. Y tienes que apartarte, porque tú no tienes
preferencia de paso.
Entre un monumento
histórico y otro median unas cuantas tiendas donde consumir y estrechar un lazo
más con este mundo tan distinto, donde una compra es un intercambio de
experiencias y una negociación que parte de la fuerza de la moneda y los
precios se distribuyen con una equidad solidaria que siempre favorece al
comerciante, pero que hechiza al turista llevándole a regatear con ahínco.
La banca islámica no está
sentada en este país, pero con nosotros sin saberlo viaja Carles, un catalán
que nos presta dinero sin saber cuánto ha dejado a cada uno. Sin duda comparte
la filosofía de la banca islámica ya que presta sin intereses.
Las sandalias y los zapatos tras el quicio de una puerta nos indican la
presencia de una mezquita y ante el mausoleo del fundador de Fez un deseo
acompaña a la moneda por la hendidura mientras proseguimos con rapidez, aun
quedan las alfombras, las chilabas, otra farmacia... El guía conoce muy bien el
volumen de nuestras billeteras y por eso en el tintero se quedó el zoco de la
gena, el barrio de los caftanes donde uno de ellos, que haga juego con los ojos
de la novia, puede llegar a costar un millón de pesetas.
El grupo ha debido de doblar en alguna esquina y ya no se le ve. Alguien
se ha quedado rezagado. El guía desanda sus pasos y tras una hora aparece el
compañero que no siguió la indicación de quedarse quieto en este laberinto. Creyó
saber salir, o encontrarnos y acabó en un callejón frente a una puerta. Fue un
niño, el sobrino del guía, quien le halló tratando de preguntar por el Gran
Hotel a un anciano ciego que cantaba sentado en un escalón.
Abd el Aziz es un ángel que me habla de los compromisos que entraña amar a
alguien y trazar una vida en común. Abd el Aziz, servidor del querido, se ha
cruzado en nuestro camino para mediar en la comunicación telefónica y hacer
realidad un encuentro soñado. Mientras tomamos un whisky marroquí - té a la
menta- nos habla de su mundo donde los hombres se han vuelto criticones y él
opta por contar chistes y dejar que los demás vivan su vida. Mostró su
sabiduría sobre el arte de la seducción y nos comentó el caso de una mujer que
vistió a su amante con el velo y chador y compartió el lecho con él mientras su
marido dormía en la habitación contigua. Nos hizo partícipes de la falta de
esperanza, las dificultades para encontrar trabajo y poder formar una familia
pero, desde la serenidad y la placidez con que hablan los
ángeles. Lejos de la
precipitación el destino me envió una señal para que comprendiese que iba a
tener buena baraca. Había llegado mi momento.
Miércoles 30 de septiembre
de 1998 * * * 6 de Joumada II de 1419
CUARTO
DÍA: FEZ * ERFOUD
Cruzar el Atlas siguiendo
los canales de irrigación por donde la escasa agua tras el verano discurre para
dar vida a las huertas. Casas de adobe donde no falta la parabólica en la
terraza, al lado de un hombre que mirando hacia el este reza, tras realizar sus
pequeñas abluciones. Niños descalzos sobre la tierra resquebrajada juegan con
un aro que han tejido ellos mismos con unas hojas de palmera.
A medida que ascendemos los
palmerales son más abundantes. Las cimas están cubiertas por las nubes, hace
frío y el cielo amenaza tormenta. Avanzamos con lentitud dejando el precipicio
a escasos centímetros y las mesas con fósiles a la vera del camino. Comienza a
llover con fuerza. El agua desciende por las laderas de las montañas llevándose
la tierra envuelta en sus bocanadas violentas. La carretera parece atravesar
cascadas de barro y de repente un haz de luz se cuela entre las nubes y de la
tierra se eleva un arco iris y más allá de un tejado encharcado emerge otro.
Los niños retoman sus juegos y las mujeres prosiguen anudando los hilos de
lana.
El agua en una tetera
hierve y un hombre saborea el primer té.
- Dátiles, dátiles, la fruta del amor.
- ¿Cómo?.
- Toma, come. Para que el hombre haga el amor
dátiles.
- Mirad un reemplazo de la viagra.
- El dátil mejor que la viagra, dátil natural,
dulce, sabroso.
Erfoud, el reino de la
palmera en los albores del Sáhara. Fósiles, rosas del desierto, niños y jóvenes
pedalean a tu compás por la gran avenida que divide el pueblo. Uno de ellos
Sabri, con su sonrisa nos invita a su casa. Su hermana nos pondrá la gena a
buen precio. La noche cálida nos envuelve y curioseamos por tiendas en las que
nos invitan a pasar creyendo que Ale es una marroquí de Fes y le ofrecen
comisiones si trae a más gente. Cada compra va acompañada de un regalo: una
canción, un colgante. Y a la hora de la despedida una palabra susurrada al
oído:
- Piensa en mí esta noche al cerrar los ojos, yo
estaré pensando en ti. Vuelve mañana a las diez, tengo un regalo para ti.
Mañana te espero y podremos tomar el segundo té, dulce como el amor.
Por la mañana Sabri,
puntual a su cita, nos guía hasta la casa de una amiga en la medina. Asmahan,
la maestra sin libros, sin lápices, con tan sólo una pizarra enseña a los más
pequeños las primeras letras. Deja su trabajo y nos conduce al interior de la
casa donde hoy ganará casi cien dinhars por ponernos la alheña.
Al entrar un olor seco,
profundo nos sacude, pero la intensidad de la luz que penetra por el hueco de
la escalera nos impulsa a adentrarnos en aquella casa de paredes desconchadas.
Los escalones están repletos de zapatos y Asmahan nos invita a sentarnos
descalzas sobre la esterilla que cubre el suelo de la sala. Sólo hay un armario
desvencijado sobre el que reposa la televisión y un radiocasette. Sentadas en
el suelo apoyándonos en unos cojines esperamos a que vayan a comprar unas
agujas y jeringuillas. Una libreta sobre el alféizar de la ventana despierta
nuestra curiosidad. La abrimos y en ella comenzamos a ver problemas de
matemáticas, física, química resueltos.
Asmahan regresa y con la
tranquilidad del rito tamiza con un cuenco y una media la gena para después
mezclarla con agua caliente y limón entre sus dedos buscando la uniformidad de
la masa que logra tras machacarla contra la pared del tazón. Tras cargar la
jeringuilla traza las líneas maestras de un diseño almacenado en su memoria
para continuar rellenando los espacios en blanco.
La desnudez de la casa no
les ha despojado del pudor con que Chama cierra la puerta dejando fuera de la
estancia las miradas de los niños e iniciar un baile para y con nosotras
repleto de risas y miradas cómplices. Una vez que el trabajo finaliza nos
ofrecen unos dátiles, atrás se quedó el recelo ante la cámara que roba
fragmentos de alma y acceden gustosas a fotografiarse. Nos despedimos con la
promesa de enviar copias y la imagen de esa riqueza emocional reflejada en una
mirada que te sonríe desde la memoria de dos viajeras.
Jueves 1 de octubre
1998 * * * 7 de Joumada II
QUINTO
DÍA: ERFOUD * DESIERTO DEL SÁHARA
- Eres libre, decide. Habla claro. Tú sabes por qué
no desean venir con nosotros.
- Se cagan de miedo. Déjalos Ale y vámonos.
Mientras los demás gritaban
sobre los camellos y llegaban jadeantes con afán de "conquista" a la
gran duna, Ahmed iba indicándonos la cara sutil y firme de la arena. Ascendimos
apoyando la punta del pie para descender las dunas del Sáhara sobre el talón y
descansando cuando su oído atento captaba la fatiga en nuestro ritmo respiratorio.
Siempre aferradas a sus brazos fuertes, sabios, curtidos por el sol, que
maduraron con aquel mar de arena, la brisa cálida del Siroco y las estrellas.
Aquel jardín interior era su territorio y lo conocía profundamente. Cada astro
le revelaba una respuesta a las eternas preguntas de la filosofía occidental.
- ¿Crees en Dios?.
- Un teólogo alemán dijo que Dios es tan inmenso que
la mente no puede abarcarlo, con lo cual no tiene sentido cuestionarse si
existe o no. Lo sientes dentro o no. Yo no he captado su presencia.
- Iba a explicarte pero lo has dicho todo.-Dijo con
sorpresa.
Todo cuanto imaginábamos y
necesitábamos palpitaba en la arena, donde dibujamos siluetas, perfiles de
palabras en su lengua madre, el beréber y en la mía, el castellano para dejar
paso a una apelación a la imaginación: la leve oquedad de la huella de cada
dedo sirvió para comenzar un viaje hacia el plenilunio.
- ¿Qué hay en la luna?.
- Hay deseos, sueños y agua.- Respondí.
- Es la primera vez que alguien imagina y comprende
igual que yo.
Ahmed me mostró que la luna
no es otra cosa que un espejo en el que me vi reflejada con él a mi lado,
tumbada sobre la arena roja y el sonido rítmico de un tambor que tocaban Ale y
Hamed. Supe que no podía llegar a sentirme insignificante en medio de aquel
espacio inmenso, tranquilo donde habita el eco, las fronteras se diluyen y a
pesar de saber que Argelia está a cincuenta kilómetros, conecté con lo más
intimo, secreto y auténtico llegando a desatar la plenitud que hay en mi
interior. Son tantas las emociones, miradas, pensamientos que puedo ofrecer a
los demás... Me siento como un granado, cuyos frutos maduros estallan en una
cascada de colores vibrantes, texturas suaves y olores persistentes.
Ahora comprendo por qué el
resto de mis compañeros de periplo africano no pueden saborear la frescura del
desierto. Desde una mirada superficial y bajo el prisma de la eficacia ligada
al rendimiento y al valor en el mercado de divisas no se puede ver más allá de
un grano de arena y un haz de luz en el rápido ascenso del sol hacia su amada
inalcanzable, la luna.
Hay un antes y un después de mi estancia en las dunas de Merzouga. De vuelta en
casa mi amiga C se sorprende gratamente de la tranquilidad que manifiesto. Este
estado sereno tiene sus raíces en mi corazón. No sabía si sería capaz de
llevarme conmigo esa paz que sentí tumbada sobre la arena, disfrutando de la
lluvia de estrellas fugaces mientras otro ser humano acariciaba la palma de mi
mano cubierta de genna. Genna de Erfoud, representando la abundancia del fruto
de las palmeras como símbolo del árbol de la vida. Entre mis dedos se
entrelazaban la piel de la serpiente, el vientre de la salamandra y la
vegetación exuberante del oasis.
Viernes
2 de octubre de 1998 * * * 8 de Joumada II de 1419
SEXTO DÍA:
SÁHARA * TINERGHIR
Hisham con sus ritmos
alegres nos acompañó durante largas horas trotando en el interior del cuatro
por cuatro, con el turbante protegiendo la nariz y la boca del polvo. El
traqueteo constante meció los sueños de algunos, otras mirábamos la cordillera
del Atlas a lo lejos mientras se sucedían terrenos con arenas pardas, la
llanura pedregosa, una vegetación escasa cercana a cauces secos de arroyos. Al
otro lado de la cordillera adivinaba el lago salado donde no existe una pizca
de vida, sólo esa agua espejo del cielo azul rodeada de montañas anaranjadas
cuyos estratos están dispuestos como rebanadas de pan sobre la bandeja de la
arena. Las siluetas de las montañas se asemejaban a hombres tumbados, rostros
hablando, aves en plano vuelo...
Una parada para estirarse
en medio de una montaña de piedras. Silencio y ni una brizna de hierba, tan
sólo cardos a la vera del camino. De repente un turbante sucio, rasgado surge
entre las piedras. Avanza rápido y al cabo de unos minutos podemos ver la
miseria y el hambre encarnados en el dueño del turbante, un niño de unos tres
años, con unas sandalias rotas y una camiseta que se acerca a nosotros tratando
de subir a un coche, mientras alguno de los conductores busca con gestos
nuestra aprobación para llevarnos al niño.
El camino serpentea y tras varios lechos dormidas donde el agua dejó la huella
de su poder en los cantos rodados, aparecen en sus márgenes las palmeras.
Palmeras que con sus verdes intensos marcan el contraste entre la arena rojiza
y el intenso azul celeste. Poblados de adobe se distinguen en las faldas de las
montañas tras fijar la mirada. Hay un sur en el sur.
Sábado 3
de octubre de 1998 * * * 9 de Joumada II de 1419
SEPTIMO
DÍA: TINERGUIR
El Hotel Tomboctou es una
kasba, donde Roger Mimó encontró la fórmula para: salvaguardar parte de la
historia de las caravanas bautizando cada habitación con el nombre de un
lugar donde las caravanas se detenían y darle una nueva función a una
vieja kasba evitando que estas construcciones desaparezcan comidas por el paso
del tiempo y las tormentas de olvido.
En la puerta del desierto
uno se despoja de lo superfluo para saborear lo esencial mientras el té a la
menta acompaña la charla en la que hay una traducción simultánea del francés,
al árabe al castellano y el beréber. De la conversación se deduce que no hay
elevador en el Hotel Continental, aunque parece que la comprensión no es total
ante la cara de asombro de nuestro amigo beréber. Más tarde la risa brota al
comprender que el elevador, - su "elle vage"- era una vaca. La
necesidad y el interés por aprender otras lenguas llevan a nuestro amigo a
anotar en la palma de su mano las palabras nuevas que aprende en árabe. La hora
de la cena se aproxima y nos despedimos. Más tarde vendrá a buscarnos a nuestro
hotel y proseguiremos charlando. Al llegar al hotel Saghro él ya está allí.
Aguarda a que comamos y nos acompaña a tomar un té. La mayoría ni siquiera
reconsidera ir en su coche a un lugar tranquilo y él resignado nos acompaña
para constatar una vez más la mezquindad de este occidente que mira por encima
del hombro a personas de las que podrían aprender a ser más solidarios, libres,
sensibles...
María está emocionada con
el collar, regalo de un beréber al que conoció la víspera de la unión de una de
sus hermanas con su marido. Aquel hombre le leyó el destino en la raya de la
mano y dejó la huella del valor en la palma de la suya con ayuda de la gena. De
los ojos de María brota una miel densa, dulce. Las abejas que alberga la
colmena de su corazón han trabajado laboriosamente en secreto y en silencio
durante años y hoy, noche de luna llena, se han desbordado los panales. No se
puede negar el poder del astro y de la brisa seca de la Sáhara.
- "Tinerghir siempre tendrá el sabor de un temblor a flor de piel"-.
Esto fue lo que me susurró Amal a la luz de la luna. Amal la mujer cuyos ojos
son dos jardines, cuyas manos guardan la fuerza para transformar el día más
tórrido en una noche serena, aromática, embriagadora...
Domingo 4 de octubre de
1998 * * * 10 Joumada II 1419.
OCTAVO
DÍA: TINERGHIR * MARRAQUECH
Siguiendo la senda del sol cruzamos una vez
más el Atlas. Atrás se queda la piel de naranja que se extiende a ambos lados
de la carretera y sobre la que se asientan cada vez más próximas al asfalto las
jaimas de los beréberes. Los tiempos de esplendor y prosperidad son tan sólo un
recuerdo. Pero aún en su porte conservan la cabeza alta, la espalda recta y una
actitud de bienvenida. A pesar de la dificultad para extender sus alas y
atravesar el norte de Africa sus pertenencias podrían transportarlas dos o tres
camellos y podrían partir en cuestión de tres o cuatro horas siguiendo las
estrellas, pero son las fronteras que han trazado con una regla otros los lastres
que les impiden emprender su vida. Aquí al menos no hay parabólicas. Las
mujeres con la gena tratan de atraer la buena baraca, la fortuna, el amor...
Marraquech son dos ciudades unidas por una plaza: Jemaa al Fna. La ciudad vieja
- la medina - se extiende hacia el cementerio, al lado del cual está la antigua
puerta de la ciudad. El palmeral se extiende más allá de la puerta y rodeada
por la kasba rojiza las casas de los artesanos, contadores de historias,
aguadores, bailarines, encantadores de serpientes emergen de la tierra. A pie o
en calesa puede el viajero adentrarse en este mundo donde los fardos de
hierbabuena aguardan sobre el suelo, junto con los pollos apilados sobre una
carretilla y las mujeres caminan con el cántaro sobre la cabeza hasta la fuente
del barrio donde buscan del agua necesaria para cocinar, lavar y otras faenas.
La ciudad moderna posee
discotecas, pizzerías, hamburgueserías... pero el aire del Diamante Negro es
diferente; las luces son las mismas y la música sin demasiadas variantes podría
ser semejante, pero aquí esta prohibida la invasión de la pista de baile con
los vasos. El cuerpo entero se estremece al compás de la música y con pasos
cortos las caderas juguetean buscando la complicidad femenina. Tras el contacto
visual acompañado por la risa, el movimiento de un dedo es suficiente para
guiarte por toda la pista alejándote de la mano masculina que busca otra
proximidad. Todo el cuerpo con una armonía integral te hipnotiza y durante tres
horas no dejamos de bailar, reír. Los dolores en la espalda, la cadera, se los
llevó el ritmo de Ray, Hisham,....
Llegar hasta la Plaza de
Jemaa al Fna es fácil, solo hay que guiarse por la Koutoubia para tomar la
dirección adecuada. A pie se llega tras media hora de trayecto desde Mohamed V,
en calesa de caballos el paseo es mucho más breve, pero más intenso,
especialmente tras un Nescafé en la terraza del hotel, con el aroma de los
buenos cafés, gracias a la resistencia y a la leche condensada que los
simpatizantes del Club de la luna llena traen en las maletas. Aún conservo el
sabor aterciopelado de aquel café. ¡Gracias María!.
Lunes 5 de octubre
1998 * * * 11 Joumada II de 1419
NOVENO
DÍA . MARRAQUECH
El día comienza con visitas
a lugares que guardan la otra cara de la historia que hemos estudiado en
nuestros Institutos. El Palacio de El Badii construido por Ahmed El Mansour nos
habla de épocas donde se realizan trueques y así por un kilo de azúcar obtenían
uno de mármol. Fuentes, columnas, suelos de mármol, techos de madera tallada,
estuco y azulejos en las paredes. Paseando por las estancias de las cuatro
esposas, con sus jardines interiores en cuyo centro duerme la fuente, mi mano
derecha cubierta con gena recibió un regalo: flores de jazmín.
Desde la Ménara esta vez
sólo se distingue la base del Atlas, las nubes cubren las cimas nevadas. El
olivar al igual que el palmeral sigue tan frondoso como hace dos años. Y en las
pequeñas salas desde las que se alimentan las acequias, las mujeres siguen con
sus ofrendas: sostenes, gena, flores,... en busca de fertilidad.
La música tiene la cualidad de transportarte a través del tiempo, el único
Rafael de todo Marraquech nada más escuchar unas notas de la Macarena me
identificó. Es agradable el reencuentro con personas que te han mostrado un
repliegue de la realidad, donde el comercio es una filosofía que transciende
los valores monetarios para alcanzar la comunicación intercultural.
Nuevos comerciantes aparecen en este viaje donde sé muy bien lo que deseo. El
pañuelo que voy a comprar es el fruto de un mes de trabajo y lleva la firma del
artesano. Vueltas y revueltas entre los puestos del zoco buscando ese pañuelo
de seda. Cuatro veces el chico va y viene con distintos pañuelos hasta que trae
lo que busco. Esperamos en la tienda charlando sin prisa y revisamos la lista
de cosas que nos quedan por comprar ya que el artista no vende a extranjeros.
De vuelta en Jemaa al Fna, porque todas las callejuelas del zoco desembocan en
la plaza, por primera vez la rugosidad de la serpiente de cascabel llega a
nuestro cerebro a través de la piel. El puesto número cincuenta y dos nos sirve
zumos de naranjas recién exprimidas y levantamos nuestros vasos para brindar.
En el carro veinticinco cenamos sentados en un banco corrido unos pinchos
morunos, ensalada, riñones y un té exquisito. Hasta el humo de la plancha nos
envuelve en un aire misterioso, mágico, con ayuda de la música alegre, los
bailes, las predicciones de la echadora de cartas que me pronostica la
existencia de dos amores en mi vida, juntos, con la llegada de uno de ellos en
camello, y me define como una mujer con mucho coraje.
Martes 6 de octubre de
1998 * * * 12 de 1419.
DÉCIMO
DÍA: MARRAQUECH * CASABLANCA * RABAT
La revolución no es
posible. Somos esclavos del tiempo y una vez más la mezquita de Casablanca
guarda sus tesoros para aquellos que saborean el paso del tiempo. De nuevo
Casablanca reducida a una parada de paso. Eso sí, al menos hay tiempo para
saludar al océano y todos aquellos que procedemos del norte de la península,
sin premeditación, nos reunimos a la orilla de un Atlántico fiero. Las fosas
nasales y los labios agradecen un poco de humedad tras el calor seco del
desierto y los azules del mar y el cielo nos inundan.
Atrás se quedaron las casas
de adobe, los palmerales, los cauces secos, la fertilidad es constante.
Atravesamos frondosos bosques de cedros. Un grupo de monos juguetones nos
saludan desde las ramas de algunos árboles y con cierta tristeza muchos ya
tienen cara de regreso cuando aún quedan kilómetros, sorpresas. En mi reloj aún
hoy, un mes después sigue dándome la hora de Marruecos. La diferencia entre el
resto de mis compañeros de viaje y yo reside en que ellos han dado la vuelta a
su reloj de arena. Y yo carezco de ese reloj que en dos tiempos divide la ida y
la vuelta. Yo he dejado una parte de mí en estas latitudes y la herida aún está
muy reciente como para sentir el dolor del desgarro.
La noche nos condujo por
las calles hasta la orilla del río que divide Rabat y Sale. Dentro de la
muralla encontramos el Café de los Poetas donde bautizamos a la luz de la luna,
a nuestro grupo como EL CLUB DE LA LUNA LLENA cuyo lema es: consume y deja
vivir. Nos reconocemos con un gesto: flexionando el codo con la palma a la
altura de los ojos y doblando el dedo pulgar hacia dentro mientras el resto de
los dedos se abren.
- "Hay mucho que
ver."- Desde luego aquí las miradas hablan y el cuerpo prosigue el
discurso de los ojos. Los hombres jóvenes con los que te cruzas te miran y se
vuelven diez metros más allá esperando un nuevo contacto visual, una sonrisa.
En cambio los hombres
mayores sentados sobre los cartones de huevos, frente a una de las muchas
fuentes de azulejos que hay en la medina juegan a las damas con piedras planas
que al voltearlas cambian de color y este distintivo que les otorga el
privilegio de sobrevolar de un extremo al otro del tablero en un movimiento.
Concentrados en el juego viven la partida como si fuese lo primero, lo único
que existe.
Miércoles 7 de octubre
1998 * * * 13 de Joumada II de 1419
DUODÉCIMO
PRIMER DÍA: RABAT * ASILAH* TÁNGER
La mañana se deslizó al
compás de una melodía: la lancha marinera. Mientras la barca se
deslizaba sobre el agua con paso lento, firme y entre mis pies el agua se
deslizaba con un frescor reconfortante. El sol iluminaba el horizonte y en el
zoco de Sale nos esperaban canciones de Fairuz, Oum Kalsoum, Amrou Diab,... a
nuestras espaldas las fachadas recién encaladas tratando de encubrir un mensaje
anterior, en el que una mano acusadora propagó las semillas de la intolerancia
al escribir: Khossi portador de SIDA.
El blanco resplandecía
sobre el azul celeste de las puertas y contraventanas de las casas que
cabalgaban unas sobre otras retorciéndose sobre sí mismas para dejar un hilo
que te conducía hasta la cumbre, desde donde a vista de pájaro se podía
sobrevolar el mausoleo de Mohamed V, el patio de columnas que rodea a la
hermana gemela de la Giralda, y la última curva del río antes de expandirse
hacia el océano.
Rabat, una ciudad a la que
han lavado la máscara pero cuya alma palpita en su medina. Su zoco anhela un
futuro donde las nuevas generaciones puedan usar la llave de la palabra libre.
Mientras aguardan la llegada de ese día contemplan al caminante con ojos
golosos y le susurran palabras al oído...
- Eres la reina del desierto.
- Ese pañuelo es de la región del sur, aquí se lucen
pañuelos de seda, babuchas de piel, y te faltan los complementos de oro,
pulseras, collares, pero esa flor es hermosa. Eres una artista ¿verdad?. La
genna es preciosa, ¿dónde la pusiste en Fes, o quizás en Marraquech?.
Alcanzamos Asilah antes de la penúltima oración, cuando los tejedores aún
entrecruzan los hilos con ayuda de niños que aprenden su futuro oficio al mismo
tiempo que sus primeras letras.
Con la puesta de sol
llegamos a Tánger y al Hotel Continental. Cada habitación nos dio la bienvenida
con un color en las paredes y techos: rojos intensos, rayas naranjas y
vainilla, azules. Al piano siguen faltándole unas doce cuerdas y está muy
desafinado.
Entre los muros de este
hotel que fue el primero en Tánger y su aire surrealista donde los relojes
despedazados tratan de mostrar la futilidad del tiempo, se esconde un tesoro
capaz de hacerte viajar al paraíso. Tras cruzar un patio interior con la toalla
sobre el hombro y atravesar una puerta nos encontramos con el haman. Una sala
pequeña, con las paredes color salmón. Levantas la vista y a unos escasos dos
metros la bóveda de crucería pintada del mismo color. Sobre el suelo de
cerámica corre el agua caliente que lanzan dos mujeres con ayuda de un cuenco
desde la pequeña cubeta de azulejos donde cae a borbotones y constantemente el
agua caliente del caño.
Entre vapores y agua
caliente nos desnudamos dejando atrás falsos pudores y vergüenzas. Desnudas,
las seis compañeras de viaje sentadas en el suelo nos enjuagaron con manos
ágiles y expertas en el arte de la distensión y la eliminación del dolor. La
atmósfera saturada de vapor y una melodía: Habibi..., provocaron la
complicidad entre mujeres que no podían entenderse con el lenguaje articulado,
pero cuya comunicación fue posible gracias al juego que se desencadenó con la
risa y jarros de agua cálida sobre cuerpos desnudos tibios, ebrios de una
pureza suave.
Dejamos el cansancio, la
aspereza de la piel deshidratada en las manoplas de aquellas dos mujeres de
mediana edad, fuertes, con una mirada limpia y un vientre flácido tras sus
múltiples embarazos.
Jueves 8 de octubre de
1998 * * * 14 de Joumada II de 1419.
DUODÉCIMO
SEGUNDO DÍA: TANGER * CEUTA * ALGECIRAS
Tan cerca y a la vez tan lejos. Quince kilómetros de agua que separan dos
formas de vida tan diferentes, contrapuestas, por desgracia incompatibles al
menos desde la necesidad de compartir el tiempo del que disponemos hasta que
llegue la hora del último viaje.
Es fácil soñar con un horizonte que está al alcance de la mano siempre y cuando
estés dispuesta a intentar guardar el equilibrio en la frontera que marca la
patera y la tierra firme. Cuando no se tiene más que la vida y permanecer en
Africa significa no tener ya ni lágrimas que derramar, los cinturones de
pobreza de Europa son un oasis y los basureros son vergeles. Llega un punto en
que hacia atrás no se puede ir ni para tomar impulso. Creen que el norte tiene
las respuestas y cuando llegan sienten las miradas temerosas, desconfiadas,
acusadoras... Han de sentir el dolor de la segregación para descubrir el valor
de sus raíces.
Muchos no han llegado a trazar la senda de su destino sobre la costa de la
península y han sido deportados, expulsados. Ahora están en Tánger intentando
cruzar de nuevo y la hostilidad se refleja en sus posturas, en la forma de
mirar a un grupo de turistas despistados en busca del Maroco Palas.
La aduana está cerca y puede olerse en el aire. Los patrones culturales ajenos
juegan una mala pasada a dos viajeras que desean mirar con otros ojos un lugar,
que en occidente, con la luz roja, no sería calificado como bar con bailes
exóticos. La verdadera ingenuidad está en creer que los arquetipos pueden
modificarlos una estancia en otra realidad cultural.
Viernes 9 de octubre de
1998 * * * 15 de Joumada II 1419
ÚLTIMO
DÍA: MADRID * OVIEDO.
De madrugada, quince
minutos antes de las seis de la mañana hora peninsular hemos llegado a Madrid
dormidas. Mi reloj marca las cuatro de la mañana. Los demás han llegado a casa.
Yo aún estoy flotando.
El reloj de arena de los
otros ha dejado caer sus últimos granos de arena y ya están dándole la vuelta
para medir el tiempo de volver al trabajo, al mundo cotidiano. Ya no tengo
reloj de arena. Tuvieron que pasar cuatro horas para despertarme en otro
autobús con destino a Oviedo para sentir, al ver la lluvia, el profundo dolor
del desgarro.
Sábado
10 de octubre de 1998 * * * 16 de Joumada II de 1419
Ya nunca volveré a ser la
misma, Amal lo sabía porque ella se quedó allí, en Tinerghir y viajó hasta
Errachidia donde probablemente fijará su residencia durante muchos años. Espero
que volvamos a vernos Amal. No sabes cómo te extraño...
Oviedo a 16 de Rajab 1419
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