Ante sus ojos era
una más de la comunidad. Correteaba entre las callejuelas camino del zoco,
compraba las frutas frescas, preparaba la comida con mi madre y me iba al haman con mis hermanas.
Las tardes discurrían entre alegres visitas amenizadas con sensuales músicas, y
mis estudios. Al caer la tarde del viernes conseguía elevarme y volaba entre
las azoteas, sintiéndome parte de ese cielo resplandeciente e intenso al salir
hacia la mezquita con mi pañuelo blanco de seda. La felicidad era densa,
auténtica, olía a canela, sabía a té de
hierbabuena, tenía el color de la henna sobre la piel y la textura de la
complicidad femenina mezclada, en su justa proporción, con el respeto masculino
Ahora,
en medio de esta gélida península las miradas me controlan, voces calan por
despojarme de una hiyab, de mi escudo protector, en nombre de una falsa
igualdad que no respeta la diferencia.
Han intentado arrancármelo y he comprendido lo que sienten las mujeres cuando
las violan. Mi velo protector es para ellos un símbolo de la falta de libertad
y yo me pregunto:
¿No será mi pañuelo el espejo en
el que se reflejan sus miedos?.
PUBLICADO EN:
VARIOS (2002): Míranos. Fotos cuentos t relatos hiperbreves. Ed Fundación de Derechos Civiles. Madrid
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