Las aletas de la nariz se abren y se cierran con agitación, es su olor
no cabe la menor duda. Mi cuerpo reacciona: la boca se transforma poco a
poco en boca jugosa, golosa, los labios recobran su brillo tras ser acariciados
por la punta de la lengua. El apetito se abre, las ansias de devorarle
ascienden piano, piano.
Es su olor, ese perfume me hipnotiza y lo sigo a través de la ciudad,
cruzando calzadas, puentes, autopistas con los ojos cerrados. Hasta que al
abrirlos la oscuridad me rodea, no sé dónde estoy, pero tampoco importa
demasiado. Una luz en el horizonte guía mis pasos cansados,
decepcionados. Al alcanzarla me encuentro en la parada del autobús,
aguardo en la última parada cobijándome de la lluvia que arrecia.
Cierro los ojos y viajo hacia aquel perfume de la línea Chanel
EGOISTA. Persistente, denso, suave, embriagador, poderoso, sensual
como su aliento desata la sed de sus besos, una danza de caricias que van
descubriendo el territorio de su piel morena.
EL
GUSTO
Por placer te busco entre las ropas que vistes, despojándote de ellas
me aproximo más al hombre que amo y al que anhelo entregarme. Desnudos somos
agua, fuego, tierra y aire. Somos el cosmos eclosionando. No hay escondites, no
hay mentiras, dobles fondos. Somos nosotros en exclusiva y con total
privacidad.
En esos momentos iniciamos el ritual del baño con aguas tibias,
jabones almizclados, comenzando por los pies que te han traído hasta mi orilla
y están sudorosos, cansados, rígidos. El agua se desliza desde la punta de los
dedos hacia el empeine mientras mis manos van descendiendo siguiendo el cauce
ejerciendo ligeras presiones que distienden tus músculos, estiran tus
huesos. Seco un pie y mientras me disponga a acicalar el otro tú lo elevas y
buscas la cálida humedad de mis oquedades íntimas con los dedos. Tu pie ha
cobrado vida.
Apasionado, inquieto, voraz no puedes esperar a que termine con el
otro pie, te aproximas besándome la espalda, lamiendo las huellas de mis
vértebras hasta alcanzar mi cuello. Chupas, lames, mordisqueas imprimiéndome la
fuerza para girar y me como tu boca. Esa boca inmensa, de labios gruesos que
llegan a mí helados, casi inertes por el frío del largo camino que has
recorrido siguiendo a la luna, hasta alcanzar la alborada, a través de la
autopista que media entre dos capitales que me prohíbes citar. Un chocolate
caliente es el bálsamo que mis dedos y mi lengua vierten sobre ese tono
amoratado devolviéndoles el tono rosado, la elasticidad y la temperatura con
que ahora reventamos las fronteras entre tu cuerpo y mi cuerpo.
Sé que no usas las bufandas que tejo en las noches en que estas
ausente cuando vienes a mí, porque lo que te excita es el ritual de
desnudarnos. Insistes en que duerma con la bufanda atada a mi cintura,
disfrutas recorriendo todo mi cuerpo con ella mientras dormito en la mañana.
Siembro mi presencia en sus tejidos y de camino a tu casa, en medio de la tormenta
me hueles y te evades con tus recuerdos. Sé que te gusta creer que estoy
dormida aún, cuando abres mi sexo con tus dedos e introduces algunos de sus
flecos y a mí me excita poner alguna resistencia para sentirte vencerla
con tu pene erecto.
EL
OIDO
Escuchar tus gemidos al otro lado del teléfono en noches oscuras, me devuelve
el placer de amarte en la distancia. Se renueva el vínculo que existe entre
nosotros sobrevolando la distancia física. Inventas nuevas fantasías que me
susurras y me basta con cerrar los ojos para, para sentir tu piel
estremeciéndose. A veces me dices palabras eternas, otras veces en cambio gozas
con esas palabras sucias que transformas en peticiones, con ese tono de
rendición con que te aproximas despertando mi deseo. Te juras a ti mismo al
colgar no volver a llamar y al caer la noche vuelves sumiso, tierno, a marcar
para ser de nuevo el amante sensual, ardiente que no conoce tregua.
Comenzaste a jugar una tarde a través de un ordenador y transformaste tu mundo
cotidiano viviendo dos vidas paralelas que discurren por dos túneles paralelos.
Nunca creíste que se podrían producir cruces y ahora me escuchas en medio
de la algarabía de los bares nocturnos de tu ciudad. Buscas una cabina y marcas
mi número. De nuevo hablamos por tercera vez esta noche. Estas hechizado por la
sinceridad con que mi voz acude a tus reclamos, por la carencia de represiones,
en definitiva por la libertad con que nos entregamos noche a noche, llamada y
llamada.
EL TACTO Y LA VISTA
Juegas con la ilusión de sentir mi tacto a lo largo de toda tu
epidermis y en especial con el tacto profundo, tierno sobre tus genitales.
Cierras los ojos y tu mano se vuelve mi mano. Las prohibiciones desaparecen al
compás de tu voz y mis gemidos. La fantasía se desata y se aleja de la
infidelidad tradicional. Tu novia no te descubrirá, tu esposa no podrá seguir
las huellas de ese móvil que mantienes oculto en tu despacho. Pero llegará el
día en que hablar no te va a bastar, necesitarás abrir los ojos y ver como una
boca succiona ese pene erecto mientras las manos de esa mujer acarician tus
glúteos y tus dedos se enredan en su cabellera pelirroja. Sentirás el ansia de
comerte ese coño que hasta ahora te has imaginado afeitándolo, abriéndolo con
tus dedos,...
Te citaste con la amante telefónica que calienta tus noches y
descubriste su cuerpo desnudo, tembloroso, quisiste descubrir su rostro y ella
no te lo permitió. Había poco luz en la habitación de ese hotel. Le prometiste
una vida a la luz del sol y leíste una fecha y un nombre en la alianza que
lleva colgada del cuello. Te sorprendiste de la coincidencia con tu verdadero
nombre, pero no diste importancia a esa fecha que coincide con tu aniversario
de boda. Tuvo que ser ella la que al descubrir su rostro te hizo comprender que
te has traicionado a ti mismo, no siendo capaz de encontrar entre los poros de
su piel a la amante desinhibida con la que soñabas, quizás por cobardía, quizás
por miedo al rechazo. Te quedaste sin palabras, boquiabierto, mientras ella
sonríe, se viste y se marcha. Es tarde porque ella ha decidido que esta sea la
última vez. Ella ha comenzado una nueva vida al otro lado del Mediterráneo
consigo misma y sus sueños.
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