jueves, 13 de septiembre de 2012

El hombre alambre



Siempre había sido considerada como la alegría de la casa. Era el último bicho de una familia numerosa y se permitía gozar del momento presente, prescindiendo de la ubicación del lugar donde se hallaban los recuerdos de la infancia y los amigos de su adolescencia. De la distancia transoceánica había aprendido a reconocer los sentimientos como los únicos tesoros eternos. Y a pesar de que su valija en cada viaje siempre se rompía, siendo un motivo para la provocación de risas y del análisis agrio de una sociedad demasiado acelerada como para mostrar un mínimo de educación y gentileza, en este viaje no se desparramó. Tal vez en este trayecto la maleta llevaba la sobrecarga justa y necesaria.

El reencuentro con la ciudad había sido alegre, bullicioso, sereno. El paseo del año anterior se había tornado rutina matinal. La doctora Rey desciende las pendientes que desembocaban en el puerto. Tras sacar boleto embarca rumbo a Cangas, al otro lado de la ría y al llegar busca con avidez a las mujeres extrayendo navajas sobre la arena.

Ahora se sentía dentro de la lámina que el año anterior contemplaba con los ojos inocentes de la niña que habitaba dentro de ella. Un año puede resultar poco tiempo para lograr grandes transformaciones, pero en las coordenadas de los sentimientos nuestro tiempo lineal no es más que un mero objeto que adorna la muñeca de nuestra mano derecha.

La ciudad la había reconocido, el sireno le guiñó un ojo al verla y ella le susurró el final de aquel poema: - No preguntó cuántos son, sino que vayan pasando -. Incluso la reconocieron algunas de las gaviotas que contemplaba desde el Hostal sobre los tejados, en la mañana, antes de partir hacia la consulta.

Al cabo de unos días trató de llamar por teléfono a sus amigos y para no variar, las cabinas seguían tragando monedas mientras negaban la comunicación. Por un instante fugaz se le pasó por la cabeza pensar que el único diálogo posible y necesario era consigo misma. Y así fue como su propia voz se entremezclaba con los ecos del pasado generando un discurso nuevo.

En este discurrir de conocidos acontecimientos escuchó la voz de un hombre que con ayuda de un altavoz reclamaba la atención de los transeúntes: - Señoras, señores, niños y niñas vengan a ver al Hombre Alambre. No se marchen. Ahora tienen la oportunidad de contemplar a un artista descendiente de los mejores circos de Damasco. ¡El Hombre Alambre!- La doctora Rey buscó la fuente del sonido. Entre las copas frondosas de tilos y castaños vislumbró un alambre que ascendía entre las ramas y en el extremo superior sobre una pequeña tabla rectangular, un hombre desafiaba la ley de la gravedad con sus piruetas. Se encaminó hacia allí y pudo escuchar, bajo una pequeña jaima la historia con la que comenzaba el espectáculo circense:
- Quiero presentarles a los artistas que integramos los restos del gran Circo India, descendientes del Gran India que inició su trayectoria en Damasco. Recorrimos todo Oriente Próximo y en nuestra trayectoria hemos sido despojados de las actuaciones del Lanzador de Cuchillos, el Hombre Elefante, de la Mujer Barbuda , por la mala baraca. El destino nos ha traído desde Oriente hasta este Occidente y esperamos, confiamos, inchala, en que podamos resurgir y volver a levantar la gran carpa multicolor, bajo la que vivimos antaño días de gloria y esplendor. En sus manos, honorable público, está facilitarnos el trayecto.

Ahora tienen la oportunidad única de vivir y conocer a algunos de los mejores artistas circenses. Nuestro espectáculo no es un circo de fieras y domadores, sino que está integrado por personas cuyas cualidades han sido motivo de rechazo en la sociedad, pero que han encontrado bajo la carpa del Circo el amparo sustentador y cálido de una familia, su familia el Lanzador de Cuchillos por ejemplo, antes vivía corroído por los celos, maltrataba a su esposa y el Circo le proporcionó la forma de enfrentarse a esa violencia de forma creativa. Aprendió a lanzar largos, punzantes y afilados cuchillos alrededor de su mujer con una habilidad tal, que fue incluso capaz de atravesar la alianza matrimonial que ella sostenía entre su índice y su pulgar. ¿Quieren verle en acción?.-
El público clamó un rotundo sí entre aplausos. Y el lanzador tomó la palabra:
- Me encantaría poder mostrarles mis habilidades, pero en Algeciras me retuvieron mis cuchillos. Nos han vapuleado quitándonos las herramientas de trabajo, ahora el gobierno dice que debemos pagar unos impuestos para poder introducir todas mis armas blancas como ellos dicen: .- Miró hacia arriba con unan mueca de indignación mientras cedía el micrófono a su esposa. Esta lo tomó con ambas manos y tras presentarse con brevedad prosiguió con la narración de su esposo.
- Los cuchillos y lanzas que usamos en nuestro espectáculo pertenecieron a un emir y las adquirimos en un zoco del norte de Arabia. Son piezas antiguas y formaban parte de la herencia que se ha transmitido de padres a hijos, junto con los relatos de cada batalla donde se cincelaron. Gastamos todos nuestros ahorros para adquirirlas en aquel zoco. Y al llegar a la frontera de este país, nos retuvieron las herramientas que nos proporcionan el sustento. Nos acusaron de ladrones de tumbas. Traficantes de antigüedades y expoliadores del patrimonio artístico fue la acusación que tuvo que rebatir el abogado, al que pagamos con el dinero ahorrado. Al menos él lavó nuestro nombre y hemos conseguido salvaguardar nuestra identidad de artistas circenses. Pero ahora debemos ingresar unos altos impuestos para recuperar los cuchillos. Contribuyan con lo que puedan para que podamos proseguir con nuestro camino y recuperar la Gran Carpa. Ayúdenos a salvaguardar nuestra forma de vida. No somos vagabundos. ¿Qué será de Jativa, la Mujer Barbuda ?. Pero esa es otra historia que deberá ser narrada tras el espectáculo del Hombre Alambre. Disfruten de las acrobacias de este hombre capaz de desafiar las leyes de la física.

Todo el público alzó la vista y a varios metros por encima de las copas de los árboles el Hombre Alambre contrarrestaba las leves oscilaciones del cable y enlazaba una pirueta con otra a medida que los gritos de asombro se elevaban. Al acabar la actuación, el Hombre Alambre saludó desde la cúspide y deslizándose con una mano y un pie descendió hasta tomar tierra aferrado al cable. Tras un sonoro aplauso el director del Circo retomó la narración con la historia de Jativa, la Mujer Barbuda .
- Como pueden apreciar, Jativa es la única Mujer Barbuda que en estos momentos está calva. Pero su calvicie obedece al mal de amores. Sí, señoras y señores, a pesar de que éstos son malos tiempos para la lírica, Jativa ha enfermado de amor. Su historia se remonta a épocas pasadas. Todo comenzó con una antepasada suya que ustedes conocen. Sí, todos ustedes han visto su rostro hermoso, se han parado a contemplar la sensual sonrisa de la antepasada de Jativa. No me miren con esos ojos incrédulos. Todos han visto aunque sea en una mala reproducción el cuadro con la famosa Gioconda ¿no?. Pues bien, la primera Jativa fue la modelo que posó para ese cuadro. Y hacerlo supuso para ella y sus descendientes padecer una maldición. Sí, todos sus descendientes pagarían el alto precio de su egoísmo. Esta mujer quiso ser tan hermosa que su misterio no fuese desvelado jamás. Y para ello no dudó en cargar a sus descendientes con la maldición de ser bellezas frías, inalcanzables, demasiado misteriosas y huidizas como para ser amadas por hombres mundanos. Y aquellos capaces de intentar seducir no estuvieron al alcance de las hijas y las nietas y biznietas de la primera Jativa. Desde su torre de hielo consiguieron al menos engendrar y con la simiente no perder el ápice de esperanza que las llevaría a ser amadas, a pesar de la aparente tosquedad gélida con que se relacionaban. La abuela de nuestra Jativa logró amortiguar la maldición transformando el hechizo del misterio helado por la abundante cabellera y así en cada generación se incrementó la extensión capilar, hasta llegar a nuestra Jativa, que más parecía una muñeca de peluche que una mujer cuando se incorporó a nuestro circo. Ni las cremas depilatorias, ni el láser, ni las cuchillas de afeitar, ni los ungüentos más extraños lograron que su cabello desapareciese y casi cuando estaba al borde de la desesperanza se cruzaron nuestros destinos. El circo supuso para ella una forma, la única de ganarse la vida, sin tener que estar diariamente afeitándose. Así como la posibilidad de recorrer gran parte del mundo con lo cual, las posibilidades de encontrar a un hombre que la amase a pesar de su cabello aumentarían. Durante años no encontró a nadie que la mirase como a una mujer. Hasta que un buen día, mientras repostábamos gasolina en una pequeña aldea su mirada se cruzó con la de Jaime, un vendedor de cupones, con el pelo blanco como la nieve, la piel roja y unos ojos demasiado sensibles a la luz que medio se entreabrían tras sus gafas. Aquello representó para ambos un flechazo. Y a medida que su relación se consolidaba el cabello de Jativa iba desapareciendo de su vientre, sus pechos, su espalda. El amor consiguió el proceso de transformación, pero el Circo debía de continuar su ruta y Jativa no podía abandonar a la única familia que tenía, así que Jaime abandonó su trabajo y se integró en el Circo llevando las cuentas de la taquilla. Jativa se había transformado en una brillante y hermosa mujer con la piel blanca. Un buen día aparecieron unos agentes judiciales con una orden de citación para Jaime. Este al abandonar su trabajo había incurrido en un delito grave y al no disponer del dinero que el banco le había prestado debía saldar la deuda con una estancia de varios años en prisión. Se lo llevaron esposado, como a un vulgar delincuente y ahora aguarda en su celda a que llegue el permiso para tener su vis a vis con Jativa. Los últimos tres permisos para esta visita fueron denegados y Jativa se encuentra de nuevo con el cabello alcanzando la rodilla y una brillante calva. Tememos por su salud. Nunca la hemos visto tan deprimida. A Jaime aún quedan por vivir años de prisión. Y tal como estamos no sabemos qué va a ser de nuestro futuro. Debemos reunir lo suficiente para recuperar nuestros artistas de más prestigio. Cuando la familia se reúna de nuevo podemos volver a gozar del éxito que antaño nos hizo sentirnos más libres, dignos, capaces de cosechar los tesoros del asombro y la risa en el público.-
Unos tímidos aplausos lograron arrancar una gran ovación en el público que se aglutinaba en la sala. La nube de globos se elevó y dejó al descubierto en el centro del auditorio a un hombre que ocultaba su rostro con una máscara capaz de cubrir dos cabezas. La música de una flauta se expandió alrededor de aquel extraño personaje que comenzó a moverse siguiendo su ritmo lento hasta que, en el punto álgido de la pieza, dejó caer la máscara y el Hombre Elefante se enarboló sobre la silla. Una voz dulce de fondo comenzó a contar su historia mientras él giraba con movimientos paquidermos manteniendo sobre su cabeza una pelota.

- Los elefantes, como ustedes ya saben, se caracterizan por poseer una gran memoria y unas orejas enormes. Nuestro amigo posee estos atributos y son ambos motivos de su alegría y su desgracia. Con sus desmesurados pabellones auditivos escuchaba más allá de la voz que ustedes y yo podemos oír, él percibía la voz interna de las criaturas animadas e inanimadas, escuchaba hablar al alma. Y así era imposible engañarle. A pesar de que trataran de mentirle él captó siempre la verdad que se escondía en el fondo de la mirada y ante las sonrisas maliciosas, así como los múltiples engaños, decidió refugiarse en soledad cerca de las marismas. Vivía en paz consigo mismo y en equilibrio con la naturaleza. Por aquel entonces la soledad sólo era un amargo recuerdo, ya que el mar le susurraba interminables historias y cada marea le obsequiaba con un poema en el interior de cada zapato, de cada botella, de cada red que vomitaba en cada pleamar. Los peces le emocionaban con sus huidas de las fauces de anzuelos camuflados. Pero su vida cambió bruscamente cuando un empresario tras comprar los terrenos que ocupaban las marismas las anegó con múltiples camiones de tierra y piedras, para construir un camping. Las aves se despidieron del Hombre Elefante, ya no volverían a aquellas latitudes a criar y la agonía de los peces, las algas, los pequeños crustáceos desterraron la alegría del corazón del Hombre Elefante. Este trató de impedir aquella barbarie, pero nadie le apoyó y le atacaban por pretender interponerse en el avance del pueblo. Para él la llegada de gentes no suponía más que la degradación y la muerte de múltiples organismos vivos de incomparable belleza a cambio de unas monedas. El Hombre Elefante no era capaz de silenciar los gritos de dolor, la agonía de unas vidas truncadas a destiempo y comenzó a enfermar por no poder ni tan siquiera amortiguar tanto dolor. Antaño algún niño se había atrevido a hablarle y él había compartido con él las historias que la habían susurrado las olas sobre las sirenas, piratas, dioses como Neptuno, Afrodita, el Cocodrilo... Con su voz había conseguido transmitir la confianza necesaria como para que estos niños crecieran tratando de comprender y aprender el valor de la dignidad. Pero tras la catástrofe de las marismas el Hombre Elefante había perdido la voz, no era capaz de emitir ni el más suave de los sonidos. Su cuerpo iba consumiéndose progresivamente hasta que nuestro circo llegó a aquella aldea y Salman vio en este hombre la semilla de un gran contador de historias. Su memoria y su percepción serían una inagotable fuente de documentación para crear narraciones, dado que la ficción necesita ser creíble, mientras que la realidad no lo es. Sin duda la distancia sería la única forma de silenciar los aullidos de tanta masacre y tanto terror. Y así fue como el Hombre Elefante recuperó su voz con la ayuda de la leche de serpiente que le hicimos tomar. - Una gran ovación levantó al público y mientras un muchacho recogía las aportaciones los artistas saludaban y Salman, el director tomó la palabra:
- Agradecemos sus colaboraciones, con ellas contribuiremos a la conservación de nuestra forma de vida. Gracias. Esperamos haberles divertido, entretenido y ojalá sean capaces de ir más allá de lo habitual.

La función terminó y la Doctora Rey prosiguió su paseo. Al llegar al puerto pudo contemplar como un grupo de gaviotas ascendían con rapidez, evitando a un coche que a gran velocidad cruzaba la calzada. Una gaviota no fue capaz de levantar el vuelo a tiempo y la rueda agarró una de sus alas. Andaba a saltos, tratando de alinear el ala sin conseguirlo. Por la cabeza de la Doctora Rey comenzó a rondar la idea de no poder volar más, imaginó los sentimientos de una persona a la que le faltase una pierna, pensó en el bastón, en las muletas, en los dolores fantasmas de un miembro amputado, en la posibilidad de seguir desplazándose. Volvió la cabeza hacia el cielo y se dijo. - Pero dejar de volar lo cambia todo.-
No cabía la menor duda, sus percepciones se habían agudizado y la mirada había conseguido alcanzar la nitidez necesaria como para sentir y recetar la alegría de ser un superviviente del dolor de las ausencias.

Caminaba con lentitud observando el menú de los restaurantes que se encontraba a su paso y al leer en las pizarras milanesa, heladera, frazada, a su mente acudían escenas cotidianas pasadas. De repente sonó su móvil, miró la pantalla y constató su sospecha: era su amiga Encarna. Charlaron un buen rato: - Acabo de ver una actuación de un Circo en pleno parque. ¡El Hombre   Alambre! fue el reclamo. Tenías que haber estado acá. Sería una buena historia para que Esmeralda la escribiese -.




Siempre había sido considerada como la alegría de la casa. Era el último bicho de una familia numerosa y se permitía gozar del momento presente, prescindiendo de la ubicación del lugar donde se hallaban los recuerdos de la infancia y los amigos de su adolescencia. De la distancia transoceánica había aprendido a reconocer los sentimientos como los únicos tesoros eternos. Y a pesar de que su valija en cada viaje siempre se rompía, siendo un motivo para la provocación de risas y del análisis agrio de una sociedad demasiado acelerada como para mostrar un mínimo de educación y gentileza, en este viaje no se desparramó. Tal vez en este trayecto la maleta llevaba la sobrecarga justa y necesaria.

El reencuentro con la ciudad había sido alegre, bullicioso, sereno. El paseo del año anterior se había tornado rutina matinal. La doctora Rey desciende las pendientes que desembocaban en el puerto. Tras sacar boleto embarca rumbo a Cangas, al otro lado de la ría y al llegar busca con avidez a las mujeres extrayendo navajas sobre la arena.

Ahora se sentía dentro de la lámina que el año anterior contemplaba con los ojos inocentes de la niña que habitaba dentro de ella. Un año puede resultar poco tiempo para lograr grandes transformaciones, pero en las coordenadas de los sentimientos nuestro tiempo lineal no es más que un mero objeto que adorna la muñeca de nuestra mano derecha.

La ciudad la había reconocido, el sireno le guiñó un ojo al verla y ella le susurró el final de aquel poema: - No preguntó cuántos son, sino que vayan pasando -. Incluso la reconocieron algunas de las gaviotas que contemplaba desde el Hostal sobre los tejados, en la mañana, antes de partir hacia la consulta.

Al cabo de unos días trató de llamar por teléfono a sus amigos y para no variar, las cabinas seguían tragando monedas mientras negaban la comunicación. Por un instante fugaz se le pasó por la cabeza pensar que el único diálogo posible y necesario era consigo misma. Y así fue como su propia voz se entremezclaba con los ecos del pasado generando un discurso nuevo.

En este discurrir de conocidos acontecimientos escuchó la voz de un hombre que con ayuda de un altavoz reclamaba la atención de los transeúntes: - Señoras, señores, niños y niñas vengan a ver al Hombre Alambre. No se marchen. Ahora tienen la oportunidad de contemplar a un artista descendiente de los mejores circos de Damasco. ¡El Hombre Alambre!- La doctora Rey buscó la fuente del sonido. Entre las copas frondosas de tilos y castaños vislumbró un alambre que ascendía entre las ramas y en el extremo superior sobre una pequeña tabla rectangular, un hombre desafiaba la ley de la gravedad con sus piruetas. Se encaminó hacia allí y pudo escuchar, bajo una pequeña jaima la historia con la que comenzaba el espectáculo circense:
- Quiero presentarles a los artistas que integramos los restos del gran Circo India, descendientes del Gran India que inició su trayectoria en Damasco. Recorrimos todo Oriente Próximo y en nuestra trayectoria hemos sido despojados de las actuaciones del Lanzador de Cuchillos, el Hombre Elefante, de la Mujer Barbuda , por la mala baraca. El destino nos ha traído desde Oriente hasta este Occidente y esperamos, confiamos, inchala, en que podamos resurgir y volver a levantar la gran carpa multicolor, bajo la que vivimos antaño días de gloria y esplendor. En sus manos, honorable público, está facilitarnos el trayecto.

Ahora tienen la oportunidad única de vivir y conocer a algunos de los mejores artistas circenses. Nuestro espectáculo no es un circo de fieras y domadores, sino que está integrado por personas cuyas cualidades han sido motivo de rechazo en la sociedad, pero que han encontrado bajo la carpa del Circo el amparo sustentador y cálido de una familia, su familia el Lanzador de Cuchillos por ejemplo, antes vivía corroído por los celos, maltrataba a su esposa y el Circo le proporcionó la forma de enfrentarse a esa violencia de forma creativa. Aprendió a lanzar largos, punzantes y afilados cuchillos alrededor de su mujer con una habilidad tal, que fue incluso capaz de atravesar la alianza matrimonial que ella sostenía entre su índice y su pulgar. ¿Quieren verle en acción?.-
El público clamó un rotundo sí entre aplausos. Y el lanzador tomó la palabra:
- Me encantaría poder mostrarles mis habilidades, pero en Algeciras me retuvieron mis cuchillos. Nos han vapuleado quitándonos las herramientas de trabajo, ahora el gobierno dice que debemos pagar unos impuestos para poder introducir todas mis armas blancas como ellos dicen: .- Miró hacia arriba con unan mueca de indignación mientras cedía el micrófono a su esposa. Esta lo tomó con ambas manos y tras presentarse con brevedad prosiguió con la narración de su esposo.
- Los cuchillos y lanzas que usamos en nuestro espectáculo pertenecieron a un emir y las adquirimos en un zoco del norte de Arabia. Son piezas antiguas y formaban parte de la herencia que se ha transmitido de padres a hijos, junto con los relatos de cada batalla donde se cincelaron. Gastamos todos nuestros ahorros para adquirirlas en aquel zoco. Y al llegar a la frontera de este país, nos retuvieron las herramientas que nos proporcionan el sustento. Nos acusaron de ladrones de tumbas. Traficantes de antigüedades y expoliadores del patrimonio artístico fue la acusación que tuvo que rebatir el abogado, al que pagamos con el dinero ahorrado. Al menos él lavó nuestro nombre y hemos conseguido salvaguardar nuestra identidad de artistas circenses. Pero ahora debemos ingresar unos altos impuestos para recuperar los cuchillos. Contribuyan con lo que puedan para que podamos proseguir con nuestro camino y recuperar la Gran Carpa. Ayúdenos a salvaguardar nuestra forma de vida. No somos vagabundos. ¿Qué será de Jativa, la Mujer Barbuda ?. Pero esa es otra historia que deberá ser narrada tras el espectáculo del Hombre Alambre. Disfruten de las acrobacias de este hombre capaz de desafiar las leyes de la física.

Todo el público alzó la vista y a varios metros por encima de las copas de los árboles el Hombre Alambre contrarrestaba las leves oscilaciones del cable y enlazaba una pirueta con otra a medida que los gritos de asombro se elevaban. Al acabar la actuación, el Hombre Alambre saludó desde la cúspide y deslizándose con una mano y un pie descendió hasta tomar tierra aferrado al cable. Tras un sonoro aplauso el director del Circo retomó la narración con la historia de Jativa, la Mujer Barbuda .
- Como pueden apreciar, Jativa es la única Mujer Barbuda que en estos momentos está calva. Pero su calvicie obedece al mal de amores. Sí, señoras y señores, a pesar de que éstos son malos tiempos para la lírica, Jativa ha enfermado de amor. Su historia se remonta a épocas pasadas. Todo comenzó con una antepasada suya que ustedes conocen. Sí, todos ustedes han visto su rostro hermoso, se han parado a contemplar la sensual sonrisa de la antepasada de Jativa. No me miren con esos ojos incrédulos. Todos han visto aunque sea en una mala reproducción el cuadro con la famosa Gioconda ¿no?. Pues bien, la primera Jativa fue la modelo que posó para ese cuadro. Y hacerlo supuso para ella y sus descendientes padecer una maldición. Sí, todos sus descendientes pagarían el alto precio de su egoísmo. Esta mujer quiso ser tan hermosa que su misterio no fuese desvelado jamás. Y para ello no dudó en cargar a sus descendientes con la maldición de ser bellezas frías, inalcanzables, demasiado misteriosas y huidizas como para ser amadas por hombres mundanos. Y aquellos capaces de intentar seducir no estuvieron al alcance de las hijas y las nietas y biznietas de la primera Jativa. Desde su torre de hielo consiguieron al menos engendrar y con la simiente no perder el ápice de esperanza que las llevaría a ser amadas, a pesar de la aparente tosquedad gélida con que se relacionaban. La abuela de nuestra Jativa logró amortiguar la maldición transformando el hechizo del misterio helado por la abundante cabellera y así en cada generación se incrementó la extensión capilar, hasta llegar a nuestra Jativa, que más parecía una muñeca de peluche que una mujer cuando se incorporó a nuestro circo. Ni las cremas depilatorias, ni el láser, ni las cuchillas de afeitar, ni los ungüentos más extraños lograron que su cabello desapareciese y casi cuando estaba al borde de la desesperanza se cruzaron nuestros destinos. El circo supuso para ella una forma, la única de ganarse la vida, sin tener que estar diariamente afeitándose. Así como la posibilidad de recorrer gran parte del mundo con lo cual, las posibilidades de encontrar a un hombre que la amase a pesar de su cabello aumentarían. Durante años no encontró a nadie que la mirase como a una mujer. Hasta que un buen día, mientras repostábamos gasolina en una pequeña aldea su mirada se cruzó con la de Jaime, un vendedor de cupones, con el pelo blanco como la nieve, la piel roja y unos ojos demasiado sensibles a la luz que medio se entreabrían tras sus gafas. Aquello representó para ambos un flechazo. Y a medida que su relación se consolidaba el cabello de Jativa iba desapareciendo de su vientre, sus pechos, su espalda. El amor consiguió el proceso de transformación, pero el Circo debía de continuar su ruta y Jativa no podía abandonar a la única familia que tenía, así que Jaime abandonó su trabajo y se integró en el Circo llevando las cuentas de la taquilla. Jativa se había transformado en una brillante y hermosa mujer con la piel blanca. Un buen día aparecieron unos agentes judiciales con una orden de citación para Jaime. Este al abandonar su trabajo había incurrido en un delito grave y al no disponer del dinero que el banco le había prestado debía saldar la deuda con una estancia de varios años en prisión. Se lo llevaron esposado, como a un vulgar delincuente y ahora aguarda en su celda a que llegue el permiso para tener su vis a vis con Jativa. Los últimos tres permisos para esta visita fueron denegados y Jativa se encuentra de nuevo con el cabello alcanzando la rodilla y una brillante calva. Tememos por su salud. Nunca la hemos visto tan deprimida. A Jaime aún quedan por vivir años de prisión. Y tal como estamos no sabemos qué va a ser de nuestro futuro. Debemos reunir lo suficiente para recuperar nuestros artistas de más prestigio. Cuando la familia se reúna de nuevo podemos volver a gozar del éxito que antaño nos hizo sentirnos más libres, dignos, capaces de cosechar los tesoros del asombro y la risa en el público.-
Unos tímidos aplausos lograron arrancar una gran ovación en el público que se aglutinaba en la sala. La nube de globos se elevó y dejó al descubierto en el centro del auditorio a un hombre que ocultaba su rostro con una máscara capaz de cubrir dos cabezas. La música de una flauta se expandió alrededor de aquel extraño personaje que comenzó a moverse siguiendo su ritmo lento hasta que, en el punto álgido de la pieza, dejó caer la máscara y el Hombre Elefante se enarboló sobre la silla. Una voz dulce de fondo comenzó a contar su historia mientras él giraba con movimientos paquidermos manteniendo sobre su cabeza una pelota.

- Los elefantes, como ustedes ya saben, se caracterizan por poseer una gran memoria y unas orejas enormes. Nuestro amigo posee estos atributos y son ambos motivos de su alegría y su desgracia. Con sus desmesurados pabellones auditivos escuchaba más allá de la voz que ustedes y yo podemos oír, él percibía la voz interna de las criaturas animadas e inanimadas, escuchaba hablar al alma. Y así era imposible engañarle. A pesar de que trataran de mentirle él captó siempre la verdad que se escondía en el fondo de la mirada y ante las sonrisas maliciosas, así como los múltiples engaños, decidió refugiarse en soledad cerca de las marismas. Vivía en paz consigo mismo y en equilibrio con la naturaleza. Por aquel entonces la soledad sólo era un amargo recuerdo, ya que el mar le susurraba interminables historias y cada marea le obsequiaba con un poema en el interior de cada zapato, de cada botella, de cada red que vomitaba en cada pleamar. Los peces le emocionaban con sus huidas de las fauces de anzuelos camuflados. Pero su vida cambió bruscamente cuando un empresario tras comprar los terrenos que ocupaban las marismas las anegó con múltiples camiones de tierra y piedras, para construir un camping. Las aves se despidieron del Hombre Elefante, ya no volverían a aquellas latitudes a criar y la agonía de los peces, las algas, los pequeños crustáceos desterraron la alegría del corazón del Hombre Elefante. Este trató de impedir aquella barbarie, pero nadie le apoyó y le atacaban por pretender interponerse en el avance del pueblo. Para él la llegada de gentes no suponía más que la degradación y la muerte de múltiples organismos vivos de incomparable belleza a cambio de unas monedas. El Hombre Elefante no era capaz de silenciar los gritos de dolor, la agonía de unas vidas truncadas a destiempo y comenzó a enfermar por no poder ni tan siquiera amortiguar tanto dolor. Antaño algún niño se había atrevido a hablarle y él había compartido con él las historias que la habían susurrado las olas sobre las sirenas, piratas, dioses como Neptuno, Afrodita, el Cocodrilo... Con su voz había conseguido transmitir la confianza necesaria como para que estos niños crecieran tratando de comprender y aprender el valor de la dignidad. Pero tras la catástrofe de las marismas el Hombre Elefante había perdido la voz, no era capaz de emitir ni el más suave de los sonidos. Su cuerpo iba consumiéndose progresivamente hasta que nuestro circo llegó a aquella aldea y Salman vio en este hombre la semilla de un gran contador de historias. Su memoria y su percepción serían una inagotable fuente de documentación para crear narraciones, dado que la ficción necesita ser creíble, mientras que la realidad no lo es. Sin duda la distancia sería la única forma de silenciar los aullidos de tanta masacre y tanto terror. Y así fue como el Hombre Elefante recuperó su voz con la ayuda de la leche de serpiente que le hicimos tomar. - Una gran ovación levantó al público y mientras un muchacho recogía las aportaciones los artistas saludaban y Salman, el director tomó la palabra:
- Agradecemos sus colaboraciones, con ellas contribuiremos a la conservación de nuestra forma de vida. Gracias. Esperamos haberles divertido, entretenido y ojalá sean capaces de ir más allá de lo habitual.

La función terminó y la Doctora Rey prosiguió su paseo. Al llegar al puerto pudo contemplar como un grupo de gaviotas ascendían con rapidez, evitando a un coche que a gran velocidad cruzaba la calzada. Una gaviota no fue capaz de levantar el vuelo a tiempo y la rueda agarró una de sus alas. Andaba a saltos, tratando de alinear el ala sin conseguirlo. Por la cabeza de la Doctora Rey comenzó a rondar la idea de no poder volar más, imaginó los sentimientos de una persona a la que le faltase una pierna, pensó en el bastón, en las muletas, en los dolores fantasmas de un miembro amputado, en la posibilidad de seguir desplazándose. Volvió la cabeza hacia el cielo y se dijo. - Pero dejar de volar lo cambia todo.-
No cabía la menor duda, sus percepciones se habían agudizado y la mirada había conseguido alcanzar la nitidez necesaria como para sentir y recetar la alegría de ser un superviviente del dolor de las ausencias.

Caminaba con lentitud observando el menú de los restaurantes que se encontraba a su paso y al leer en las pizarras milanesa, heladera, frazada, a su mente acudían escenas cotidianas pasadas. De repente sonó su móvil, miró la pantalla y constató su sospecha: era su amiga Encarna. Charlaron un buen rato: - Acabo de ver una actuación de un Circo en pleno parque. ¡El Hombre   Alambre! fue el reclamo

. Tenías que haber estado acá. Sería una buena historia para que Esmeralda la escribiese -.




> From: esmeralda vizcaino <evizcainoe@yahoo.es>
To: OE <salvaje@poesiasalvaje.com>
Date: sábado, 10 mayo 2003 14:12
Subject: RELATOS

Buen dia:
Espero y deseo que este espacio d elibertad prosiga su andadura en este mundo. Ojal así sea e simportante tener espacios de expreson para le encuentro con uno mismo. Aunque sea dificil sobrevivir entre los tiburones.
Os remito alguno d emis ultimos trabajos con la esperanz ay la ilusiond everlos cobrar vida d e vuetsra mano, en vuestra página.
Fuerza y coraje
correo de esmeralda


por Esmeralda Vizcaíno
a 1 de Junio 03

ir a barcazas de atunes 
por Esmeralda Vizcaíno
a 1 de Junio 03

No hay comentarios:

Publicar un comentario