miércoles, 26 de septiembre de 2012

La hora del baño


LA HORA DEL BAÑO

Los grifos cantan su música grave, profunda. Desde las profundidades de las cañerías ruge el dragón y llega hasta los aseos para dependientes de la primera planta, ruge, no sale más que esa voz quebrada, seca, y a Christian le gusta escuchar ese canto, permanece embelesado, escuchando esas voces crípticas en las que él encuentra mansedumbre, suavidad, caricia, escucha. Así aguardamos a que llegue la gana de orinar y se colocan los frascos de colonias, pastas de dientes, cepillos, bolsas con ropa interior, toallas,…
Mientras en clase la atención sigue en la letra p, en el puzzle, en la pinza para agarrar el lápiz con más fuerza y llegar a escribir el nombre propio, su nombre. “- ¿Aprenderán a leer? “– la duda flota en los aires que vienen del mar, desde otras orillas.
De regreso en la clase, llega la hora de volver a casa, el peine vuelve a recorrer los cabellos sudados, y devuelve la apariencia grata a unos rostros que, a veces ni se reconocen en el espejo y cuando ya estamos listos para salir, una mano busca el peine, no tiene casi cabellos que peinar, pero reclama su dosis de caricias, sus ojos negros sonríen. _”Es hora de irse a casa, con mamá. “- le digo mientras el peine rastrea su cabeza suavemente y le susurro:- “estás muy guapo”.

Publicado en Amanecer, Nº 16, septiembre-octubre 2012

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