11:30h, bajo el cuarto magnolio de la calle Valentín Masip, un rayo de luz violeta recorrió la frontera entre la zona iluminada y sombra del árbol.
Al cabo de unos segundos un simulacro de hormiga hinchada comenzó a abrir sus ojos gelatinosos, color sepia; mientras sus antenas se movían tratando de captar el lenguaje utilizado por las especies con las que debería cohabitar.
Al cabo de unos minutos abrió la boca y dijo:
- Buenas, soy Rupita. Provengo de un planeta muy lejano que ustedes no conocen aún. Mis parientes más próximos en este planeta azul desteñido son las termitas. Me preocupa cómo sobrevivir porque el sol con tantos rayos ultravioleta puede derretir la capa de grasa que me envuelve y convertirme en una hormiga frita en pocos segundos. El tiempo arrecia. Esta sombra no será lo bastante amplia como para cubrirme. Tienen que ayudarme a salir de aquí.
UNA COLILLA HUMEANTE: - No sé a qué viene tanto alboroto. Mírame a mí. Me consumo con placidez, no hay salvación posible. Sólo nos queda acabar con dignidad. ¡Deja ya de lloriquear!.
- ¿Por qué no ruedas un poco y dejas de enviarme toxinas?.
- Este un placer por el que pagan millones de personas, desde luego qué poca consideración. Si el sol no te chamusca me encantaría hacerlo yo. En cuanto llegue el autobús el tubo de escape me dará el impulso necesario para calcinarte.
En ese momento el semáforo se abrió. El autobús se aproximaba con lentitud cuando a la sombra del árbol se sumó otra sombra, procedente de un canino que alzó su pata derecha y con sus abundantes orines refrescó a Rupita, protegiéndola del efecto demoledor de los rayos solares así como del papel, la nicotina y el alquitrán.
Monofráfico Etcétera Nº30, febrero 2000
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