jueves, 13 de septiembre de 2012

LADRIDOS O GRITOS


LADRIDOS O GRITOS
                Con cierta frecuencia amanecen días extraños, en los que ráfagas de un aire del norte nos envuelven al doblar una esquina y sientes en el estómago que algo está a punto de ocurrir.
El 28 de enero fue uno de esos días. Salí a la calle sin rumbo fijo guiada por la necesidad de respirar una atmósfera más aséptica, donde a cada paso no me asaltasen recuerdos, voces del pasado. Buscaba olores empañados en emociones huidizas cuando un explosivo ladrido se aproximó a una velocidad vertiginosa y a dos metros de mí vi a un cachorro de pastor alemán impactar contra el asfalto.
Al mirar hacia arriba, una mujer con el pelo alborotado llamaba a gritos al perro. De repente alguien debió tirar de ella con violencia porque desapareció y sólo se escuchaban insultos, crujir de platos y alguna taza salió volando por la ventana.
Alguien debió de llamar a la Policía desde alguno de los pisos contiguos, porque en la calle sólo estaba yo. Mientras el agente me tomaba declaración una chica con múltiples cardenales en el rostro y en los brazos cojeando se acercó al perro. La ambulancia llegó y la apartaron con brusquedad. Ella desconsolada lloraba. Intentó impedir que se llevasen al canino tras las primeras curas de emergencia, pero lo único que acogieron sus manos fue una citación para comparecer en el juzgado y defenderse ante la asociación de animales domésticos.
La muchacha se quedó en la acera sentada, contemplando como la ambulancia se alejaba. Me acerqué a ella y le pregunté susurrando: - ¿No va a denunciarle?. Se volvió y me dijo sin levantar la vista: - Ya he puesto doscientas ochenta y tres denuncias y nadie hace nada. Acabará matándome pero a nadie le importa. Se levantó, me miró unos segundos y se fue dando tumbos. Aquella mirada me llevó hasta el abismo de la tristeza y la impotencia y la rabia.
No volví a sentir la profundidad de aquellos ojos golpeados hasta unos días después, cuando al leer el diario en la sección de sociedad una periodista preguntaba: ¿Qué tiene mayor poder de movilización: un ladrido o un grito?. El artículo desarrollaba cómo una señora denunció doscientas ochenta y tres veces a su marido por malos tratos y éste acabó ingresando en prisión por haber tirado al perro por la ventana, causándole múltiples fracturas.

EDITADO EN Todos somos ellos siempre donde estén. EDI Fundación de derechos Civiles, Madrid 1999.

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