HUMO
Aros pequeños de humo ascendían hacia la frontera del haz de
luz. Subían lentamente ensanchándose hasta casi romper su redondez. Trataba de
fijar la vista para seguir su camino, pero la oscuridad impedía traspasar la
zona iluminada. El olor que desprendía era el inconfundible aroma del tabaco de
pipa. Intenté localizar al fumador pero debía de esconderla en su mano, sabedor
de la imprudencia que cometía.
El hedor de
las hamburguesas y la mostaza me sobresaltó y giré la cabeza. A mi derecha,
sentada dos butacas más allá, una pareja hurgaba en las bolsas de papel y abría
coca-colas silenciando la petición de Humphery. Me levanté al compás de El tiempo pasará y me acomodé tres filas
atrás.
El acomodador
se aproximó con sigilo y encendió la linterna encañonando a la señora que dos
butacas más allá de la mía fumaba en pipa. La invitó a salir y los seguí. Fui
testigo de cómo la echó del cine.
El médico me preguntó en el último chequeo si fumaba y tras
titubear unos segundos le dije:
- Fumar lo que se dice
fumar, no. Sólo me fumo un cigarrillo una vez a la semana en el cine. Pero es
un homenaje a Bogart. ¿Se lo imagina sin su pitillo y su sombrero de ala?.
Publicado en Nemetón nº2 diciembre 1999
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